Jordi Tortosa ve reflejados en los espacios vacíos de la tela sus propios vacíos internos. Con la pintura como herramienta de introspección, consigue ganar la batalla a sus dudas y las ideas empiezan a fluir y condensarse en pintura.

Después de una constante evolución consigue reflejar en sus cuadros una imagen diferente, mucho más clara y expresiva, equilibrada. Consolida un estilo libre y desenfadado donde la distorsión de formas posibilita poner de manifiesto aspectos ocultos o efímeros de la realidad como son el instante, el ambiente y el sentimiento. Se trata de una investigación personal para poder ligar aquello que un día se desató entre el interior y el exterior para suscitar la intimidad del espacio y el momento, inseparables. Una intimidad que surge de los lugares familiares, de allí de donde somos nosotros mismos. Simplifica el trazo y predomina, ... por encima de todo, el color para mostrar aquellos lugares que se contraponen al vivir diario. Aquello que es diametralmente opuesto al día a día, a la rutina. Sus obras representan, además, un indicador de sus preocupaciones tanto estéticas como de filosofía de la vida. La investigación de un punto de vista propio no es más que la búsqueda de un referente conceptual que ponga orden en una vida desordenada y angustiada.

En "De Película" Jordi Tortosa nos propone un nuevo proyecto, relacionado con una de sus fascinaciones: el Cine. Pero lo hace de una manera diferente a la que quizás estamos acostumbrados. Tortosa descubre, debajo la secuencia y del objetivo básico de la película, la fuerza plástica que hay en la base misma de la comunicación. Una buena película, para él, es aquélla que consigue una simbiosis perfecta entre la capacidad expresiva de las imágenes de las que está formada y la historia que quiere explicar.

Y esto no significa buscar siempre imágenes espectaculares, contrastadas, con frecuentes contraluces… sino que la imagen potencié las cualidades de la narración y que la narración sea capaz de utilizar imágenes interesantes, poéticas, expresivas.

Esta exposición es una primera serie surgida de más de dos años de trabajo (la mayor parte del tiempo gastada en analizar imágenes y resolver aspectos técnicos) y que se inició con dos telas basadas en la película "La Leyenda del Pianista en el Océano". Lo han seguido "Lo que el viento se llevó", "El proceso", "Soy Salvador", "Citty Ligths"…

Tortosa no ha pretendido un trabajo conceptual (recurso fácil para evitar algunas de las muchas dificultades técnicas) sino eminentemente plástico y expresionista. No es completamente fiel al modelo y apela a la libertad del artista para modificar lo que crea necesario. Así recoloca la escena en otros escenarios (generalmente Cadaqués) o añade o saca elementos. En otros casos, sin embargo, la fuerza plástica del modelo impide desviarse.

Que el cine utiliza la imagen para construir historias que nos emocionan no es decir nada nuevo. Que en conjunción con el sonido busca crear la tensión dramática que no nos haga no vibrar, tampoco. De lo contrario, la reflexión que nos hace Jordi Tortosa es sobre el instante, casi como contraposición de la secuencia. Lo que está quieto hacia lo que se mueve. El movimiento crea la ilusión de verosimilitud. Si el movimiento se para aparecen aspectos de la realidad que a menudo nos pasan desapercibidos. En un instante determinado, en una imagen concreta de una película, tal como la vida real, las cosas no están en el lugar que nosotros creemos ni tienen el mismo significado que tiene la secuencia donde pertenece la imagen.

Woody Allen es sobrio de imágenes. Pero no por eso resultan menos expresivas que las de Pollack o Fellini (salvando todas las distancias a veces insondables). Y a pesar de todo eso es obvio que el cine ha creado una imaginaría que ya forma parte de la cultura mundial. Escarlata O'Hara alzando el puño lleno de tierra gritando que no volverá a pasar hambre, retrato que emocionó a millones de ciudadanos de todo el mundo que todavía sufrían los efectos de las dos guerras mundiales y sus secuelas. El comandante loco que cabalga la bomba atómica en "Teléfono Rojo volando hacia Moscú", cuando el mundo cuelga de un hilo a las órdenes de un solo hombre. O la absurdidad de quemar el tren para seguir adelantado al grito de "más madera!" protagonizado por los hermanos Marx.

Y es fruto de estas reflexiones e impresiones que nace "De Película". De cintas como “El Proceso” de Orson Wells ó “Lo que el viento se llev” ó "Citty Lights" se me hace difícil escoger una imagen. Otras películas me interesan más parcialmente: "Soy Salvador", remake de "El último hombre vivo" tiene muy buenas y sugerentes imágenes de un Nueva York invadido por la vegetación, por los ciervos y los leones. "Amanece que no es poco" es un festival de imaginación.