Exposición en Cartagena, Murcia, España

De profundis

Dónde:
Bambara / San Francisco, 5, Entresuelo / Cartagena, Murcia, España
Cuándo:
05 mar de 2009 - 30 abr de 2009
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Para etiquetar la forma de trabajar de Paco Ñíguez los que conocemos su obra solemos decir que es un pintor metafísico, pero ¿qué significa ser un pintor metafísico?. En diversos tratados y estudios sobre el tema encontraremos que la Metafísica es un término inventado por C. Andrónico para designar los escritos aristotélicos que no forman parte ni de los lógicos ni de los naturalistas, es decir, los físicos. Esta designación de lo que está bajo, en el sustrato de la física, no corresponde a Aristóteles, quien le reservó el nombre de filosofía prima. Esta 'filosofía primera' se ocupa de lo que no es movido y está separado de la materia. Se trata de una investigación filosófica que trata de fundar el ser y el sentido tanto del mundo como de la vida. De ahí que su problemática central sea la cuestión de la naturaleza del ente, de ... la realidad. Para los metafísicos el concepto central de su discurso es la naturaleza misma de la sustancia, la cosa individual concreta, cuestionamientos de extraordinaria complejidad, sobre todo porque, en Aristóteles, se perciben con frecuencia observaciones incompatibles. Pero, en resumen, cada cosa individual y concreta, ya sea este un ser humano, un animal o algo inerte puede ser considerado desde dos ópticas diversas, como una naturaleza estática y fija, una esencia, núcleo de propiedades, o sustancias consideradas como centros de cambio.

 

Efectivamente, sobre pilares tan complejos ha asentado sus postulados pictóricos Paco Ñíguez, artista para quien la pintura debe ser esencial. Pero de nuevo podemos plantearnos qué es lo esencial. Argumentaremos que es lo relativo o perteneciente a la esencia, es decir, aquello que es verdad tras la apariencia cambiante y, por lo tanto, no sujeto al tiempo y las inevitables mutaciones a las que conduce. La relación entre los hechos y las esencias es que los primeros se fundan en las segundas, pero no al revés. Esto coloca a quien privilegia lo esencial en directa oposición con quien privilegia lo contingente. Ante semejante dualidad uno se puede preguntar: ¿acaso Paco Níguez trabaja de espaldas a su tiempo?. No, de ningún modo. Simplemente el pintor dota su obra de elementos diversos, ajenos a la estricta temporalidad de lo moderno, porque al boceto surgido gracias a un cierto automatismo fundamentado en el dibujo, le sigue un trabajo muy estricto: sucesivas capas de pintura hasta lograr el acabado de emulsiones de lento secado que proporcionan a la superficie de los cuadros distintos acabados entre los que destaca la predilección por el trabajo concienzudo de la figura humana.

 

En cuanto contemplamos un cuadro de Paco Ñíguez, con su pintura sin desbordes y severa, advertimos que el artista elimina cualquier rastro que signifique duda, impulso incontrolado. Aun neófitos podemos intuir que hay un esfuerzo casi ascético y estético por recurrir efectivamente a lo esencial. Pero, aunque elimine toda huella relacionada con lo vital inmediato, descartando cualquier vacilación, su obra presenta una curiosa palpitación que, incluso apartada de la vida común, refleja la sorprendente vitalidad de lo visionario. De hecho, para una mayor comprensión de estas obras, lo correcto es visitar la sala que las alberga cuando está vacía, para que se pueda sentir el complejo juego de relaciones entre los elementos de cada pintura, entre cuadro y cuadro, entre los cuadros, las paredes, el suelo, el aire, el silencio, la luz, la sombra y esa mirada de soslayo que mantienen sus personajes. Hombres y mujeres ensimismados habitan escenarios irreales donde los objetos surgen de una luz propia, alejados de la cotidianeidad, de las relaciones banales, próximos a otra realidad ubicada en un espacio mental, una región privilegiada de memoria de la que nada sabemos pero que ahora se hace nuestra. La identidad de sus personajes, dominados por algo inexplicable que cavilan en sus mundos helados, reside en la pura aparición fantasmal. Aunque se trate de presencias reales, los personajes de Paco Ñíguez no pertenecen a lo cotidiano. Son apariciones, revelaciones súbitas y puras que confirman una idea muy cara al artista: fuera de la convención de la mirada se encuentran cosas sorprendentes sobre el todo si el trabajo se pertrecha en un rico mundo interior de vivencias ajenas al espacio, pero sobre todo al tiempo, algo que como ya he apuntado es señera de la metafísica.

 

El escritor Gontzal Díez (de quien he tomado prestado el título para este texto) le apuntaba en una entrevista que había siempre una atmósfera inquietante en su pintura. Paco Ñíguez le respondía: 'No se trata de crear enigmas, sino de proponer sugerencias, de dar algunas pistas para que el espectador indague. Una obra de arte es como un menhir, en apariencia una piedra larga y vertical clavada en el suelo. Podemos hablar interminablemente de su función... En definitiva, recreamos lo creado. Pero a pesar de las palabras el mehir existe con todo su misterio y debiera hacernos enmudecer si no fuera por la costumbre de tener que explicarlo todo y el empeño en distanciar con las palabras aquello que es reflejo de nosotros mismos. Lo que yo puedo decir sobre mi obra puede ser orientativo hasta cierto punto, pero no revelador. La revelación proviene siempre de la contemplación'. Según su propia explicación, cada cuadro se nos muestra no como un repliegue del sentido, sino todo lo contrario, una apertura, una narración abierta a la interpretación de quien la contempla.

 

Resulta infrecuente encontrarse con artistas que, además de reflexionar sobre su propia obra, se cuestionan los mecanismos psíquicos vinculados con el quehacer artístico y su relación con el espectador. Para Paco Ñiguez contemplar requiere silencio y si, como afirmara el poeta mexicano Octavio Paz, el silencio es el borde del lenguaje, las obras de Paco Ñiquez, dominadas por ese mutismo trascendental, resultan travesías hacia ese borde que coquetea con lo indefinible, con lo metafísico. Sus cuadros nos invitan a descender, a ir al fondo, 'de profundis', adonde nos aguarda la más cierta revelación sobre nuestra condición humana, sobre nuestra finitud en este mundo.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Paco Ñiguez, De la fugacidad, 2009

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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