Un sostenida articulación de segmentos palpitantes, maleables, es la manera con que Valeria Vilar transforma lo que de por sí es una fiesta de cromática polifonía en la invención, o el descubrimiento, de un lenguaje hecho de especímenes en estado de gestación, pregnantes y magnéticos aunque también embrionarios y conjeturales, tan palpables y concretos en sus táctiles ropajes como equívocos y desfigurados.
A la vez, este disonante concierto parece cobijar huellas y señales de una felicidad melancólica, resabios de infantiles gramáticas, contornos de muñequitos perdidos en un limbo de puro color, o bien insertos en un ordenamiento de pinceladas texturadas y rítmicas, asi como tersas y precisas cuando se trata de evocar escuetos volúmenes.
Vilar se revela como munida de un notorio temperamento para el gesto directo, y a la vez de una conciencia muy afilada para componer y razonar allí donde el cuadro parece un devenir crudo, irrefrenable y primario. Su...concepción pictórica y sus decisiones son ejecutadas como si, a mitad de camino entre la imaginación, la acción, y una voluntad tan determinante como reflexiva, hubiera asumido la tarea de gestar una auténtica morfología. Lo notable es que decide hacerlo rechazando todo formalismo.
Su pintura vibrante, feliz y virginal no deja de poner en cuestión ni por un momento toda suficiencia formatoria, para ir tras la forma primera y última de la pintura misma.
Entrada actualizada el el 11 may de 2016
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