Toño Barreiro viene desarrollando, desde mediados de la década de los ochenta, un trabajo que alterna la fotografía, la pintura, la escultura y los procesos digitales. El cuestionamiento de los límites del medio pictórico, a través del diálogo con elementos escultóricos y la ruptura del marco tradicional de la pintura, es una constante en sus trabajos. Nuevas metodologías y procesos creativos dan lugar a pinturas sinuosas y sinestésicas, jugando con el concepto de la deconstrucción, lo simbiótico, o los procesos biológicos más elementales.

Los «Dibujos infinitos» que presenta en la galería DF «son en algún caso pasos previos para realizar otras obras, pero en general tienen un carácter autónomo, son una forma de formalizar ideas que me andan rondando por la cabeza». Los dibujos surgen en un proceso automático generador de un sinfín de modelos. Esto llevó al artista a ... pensar en el término «infinitos» para designar la serie completa, para abarcar todas sus posibilidades.

Trabajando con un sistema similar al «brain storming» las ideas no son seleccionadas previamente, no se hacen planes ni se marcan objetivos sino que el volumen resultante de imágenes es seleccionado a posteriori según la afinidad de su carga emotiva o su poder de asociación con una variada gama de sensaciones.

Estos «Dibujos infinitos», que en principio eran realizados a mano alzada, dejando que crecieran por si mismos, observando sus posibilidades de evolución a cada paso (como si al dibujarlos el mismo artista los fuera descubriendo) son ahora generados en el ordenador.

Los medios infográficos han ayudado a variar y mejorar de manera inmediata el proceso hasta el punto que esos dibujos nacen sin participación directa de la mano.

«Fundamentalmente me interesan las marañas, las líneas estructurales, las retículas... es como visualizar el esqueleto del pensamiento: una forma de preguntar, de buscar, de provocar respuestas y fomentar un encuentro emocional previo al lenguaje, aunque no esté totalmente exento de lógica.»