Siempre que Annegien van Doorn entra en un espacio, se fija en los objetos. Cada objeto tiene una historia. Todo está hecho por alguien y se coloca en un lugar por alguna razón. A Van Doorn le fascina la idea de que un objeto, aunque esté hecho con una función clara, pueda convertirse en otra cosa (ya sea útil o no). Traslada los objetos cotidianos a un nuevo escenario, por lo que estos pierden su significado original, añadiéndoles uno distinto. Annegien van Doorn utiliza materiales que tiene a mano. A veces, incluso ella misma se incorpora en la propia escena. No se avergüenza ni tiene miedo de romper con su identidad. Al igual que con los objetos, utiliza su cuerpo como vehículo para insinuar otras realidades.