Exposición en Salamanca, España

El color de la tierra

Dónde:
Sala de exposiciones del Palacio de La Salina / San Pablo, 24 / Salamanca, España
Cuándo:
09 abr de 2010 - 04 may de 2010
Inauguración:
09 abr de 2010
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
En el ánimo de presentar la obra de consagrados artistas salmantinos el Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca recupera hoy la pintura de Manolo Sevillano. El artista refiere en su propia nota autobiográfica para este catálogo su prolífica obra desde el trabajo callado y constante en su estudio cercano a Salamanca. No en balde, debemos de tener en cuenta que Sevillano figura en la nómina de excelentes paisajistas castellanos que han sabido desentrañar el sentimiento de su geografía cercana con la expresión de su pintura. [Extracto presentación del catálogo. Manuel Martín Martín. Diputado de Cultura] Condición necesaria para considerar la obra de Sevillano es la apetencia de ruralismo metafísico que la llena y que él recoge desde el doble cauce del origen y del conocimiento. De este ruralismo ontológico le nacen o se le aposentan, por mejor decir, todas las tonalidades del ocre, las variaciones de los amarillos ... nápoles, la luminosidad de los sevilla, los sepias, los rosas turbios o todas las gamas de tierras que maneja como palabras plenamente significativas en su discurso pictórico, monocorde. En la misma soltura se planifican la virilidad de los cerros y la profundidad varona de las llanuras, codificándose en líneas múltiples la extensión conformadora del paisaje... [Extracto del artículo contenido en el catálogo El color de la tierra . Jesús Hilario Tundidor]

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Instalado hoy en la segunda decena del siglo XXI resulta sorprendente la visión, y el entendimiento, del motivo paisaje a la hora de poner en valor la intensa pintura de occidente.

 

Para los creadores de imagen bidimensional, en representaciones de todo tipo a lo largo de su travesía histórica, únicamente de dos siglos atrás, empezará a considerarse el motivo de la geografía (paraje) como objeto, sustancia y protagonismo, de especialización gráfica.

 

Por lo general, para los importantes pintores primitivos, góticos, renacentistas o barrocos incluso, montañas y vegetación, caminos y celaje, poblados y ríos, la llamada naturaleza de exteriores, constituye solo una parte del artificio pictórico, a menudo ese recurrente fondo de complementariedad estética. A especie de una ornamentación telonera trampantojista de concepción visionado en ventana, de física situacional, en unas composiciones para las que la entidad de cuadro será soportada por la representación de otros objetos y otros sujetos más simbólicos, más activos, y siempre más entrañados de cercanía.

 

Es justamente el pensamiento romántico del Neoclásico, en buena parte concentrado en el siglo XIX, aquel que empieza, con otros ojos, a reparar en los agrestes y torturados paisajes, en las oquedades oscuras y los cielos tormentosos, potenciando todo su protagonismo, y definitivamente su entidad, en aquel asunto ya no solo humano. Más o menos reales, y más o menos construidos, los paisajes, estarán facultados para explicarse por sí, y desde sí mismos, al margen de que estén pasando otras cosas de referente naturaleza humana, como teatralización, en sus pintados dominios.

 

En la nueva óptica tampoco hay tanta diferencia; un ejemplo, entre Friedrich y Cezanne, en cuanto a la inventada, o interpretada, realidad de sus ejercicios-paisaje claramente de caligrafía distinta: Una misma categorización y ennoblecimiento del ente paisajístico y una vocacional similar puesta en acción del mismo. Por cierto, un análisis para este último creador deberá proclamarlo de facto, maestro de maestros, casi vademécum, en el moderno hacer de la pintura, y por supuesto también de los cuadros con naturaleza interpretada, en cualquiera de sus enfoques, de muerta o viva.

 

Es por tanto el XIX, quien valida a tope cualquier representación de la realidad de esos espacios de la geografía concretada, más o menos inhóspita o más o menos amable, ya sea del ámbito rural-salvaje o el de la urbana cultura. Como, en una especie de convencimiento ecológico adelantado que apeteciera, y se gozara, de su clima-evocación, en unos nuevos productos prédica actuantes de fervor ambiental. Es este mismo siglo, quien hará posible y propiciará pintar en impresionista, en naif, en expresionista etc. conducido todo ello desde una convocada realidad, ahora señuelo, que dará sentido a aquel paisaje interpretado, con esa garra que sólo puede imprimir quien deseara asentarse o vivir en él. Es el paisaje ars definitivamente asumido, como una víscera de lo humanista en cuadros entendidos como exvotos, memoria y ofrenda, de unos sucesos visuales de autor concretados de lugar y circunstancia.

 

De la pintura por estos pagos

 

Debo situarme ahora en los años 60 del pasado siglo, un poco en Madrid otro poco en Salamanca, para, en ambas ciudades residente, ojear la documentación que se está emitiendo en este campo de la estética, motivada por ese cierto, digamos, ruralismo moda. Desde allí, con perspectiva de ahora, pretendo, en un visionado zoom atrás-adelante, encajar un primer análisis del hacer de nuestro artista para la ocasión convocado, el pintor charro Manuel Sevillano.

 

No es la primera vez que tengo la satisfacción de bucear en estos óleos, en principio, regusto de sinceridad, pero hoy especialmente estoy interesado en atisbar, o pretendiéndolo, esa dimensión global de pintor especialista, por vocacional, del tema.

 

Un sucedido de quién les escribe, con carácter artístico, y que hoy entiendo como casi revelación, acontece en la capital de España. Se produce una tarde, creo que del 65, en la calle Génova y en los ámbitos de la Galería Biosca, con la de Juana Mordó, en esos momentos una de las mejores. Aquel, por entonces, desorientado estudiante de 'arquitectura y cuarteles' que se declara aficionado a las exposiciones sin más, se dispone como otras tantas tardes, a disfrutar de la de turno en la citada sala. Observando la muestra intuyo al artista en un merodeador displicente de los espacios del sótano, un señor mayor con aspecto intelectual de pueblo, que parco de conversación, y casi sin mirarme, firmará a mi petición su catálogo. Contrasta, la evidente frialdad del personaje, con la autoría de lo que contempla aquel joven, puedo dar fe, ciertamente entusiasmado, ante lo que figura en aquellos cuadros sin saber por qué tan impactantes. Un calor emoción, ese de lo entrañable, producido por lo extraño no es habitual. Lo representado, todo ello, nos suena como algo propio en aquel ejercicio expuesto allí, por otra parte de discutible, increíble, simplicidad pictórica. Toda una épica del paisaje extremeño (¿o castellano?), aparece en aquellos cuadros encauzada, diría diseccionada, pero siempre trascendida, a través de esquemas ingenuos de cercas, porteras, corralizas, estercados, etc. gratias que se encastran entre los direccionales surcados caminos. ¿Cuál es la causa de que aquello me resulte tan familiar e intimo?. Están sin duda por allí correrías de mi añorada niñez de convivencia con lo rural, pero al tiempo, aquellas manchas que definen las piedras, las matas y no digamos las viñas, son tan simples, torpes y negras, que como marca visual supongo, debieran repelerme distanciándome del asunto paisajista, y sin embargo operan en sentido contrario, como añadiendo un desacostumbrado y raro intimismo.

 

Hoy, al observar la obra de Manolo Sevillano algo de aquello, y en parecidos términos, se produce en cuanto a documento evocador de carácter referencial, y como allí apetente a nuestras, y seguramente, sensibilidades. Parece conveniente sin embargo para la ocasión, enmarcar la propia, en o desde una distante analítica con cierto rigor crítico. 'Identidades', como programa etnográfico de impronta pictórico-escultórica, acierto de la Diputación salmantina, nos va a permitir, a los profesionales de ello, rememorar formulaciones y formas en este caso del paisaje charro pintado. en especial, ese más conocido y celebrado, el que yo definiría como de 'pictórico castellano' del que Diaz Caneja sería casi emblema.

 

Es Manuel Sevillano un pintor autodidacta, algo más joven que aquellos que firmaron como Escuela de Madrid en su mayoría, maestros de San Fernando, artista que por libre, encamina su querencia, sus pasos y toda la mirada, hacia el mismo objetivo común: Un paisaje desnudado, que hará notorias en España las grafías de un Redondela, un Novillo, un Arias etc. y también los discursos pintados austerizados de Vaquero Palacios, Beulas o Montesinos.

 

Salvo Redondela, todos ellos redujeron a la mínima expresión, y presencia incluso, la figura humana en sus representaciones, vocacionando así, transmisores de la trascentalidad únicamente, para sus particulares geografías escenario.

 

Un gusto por los parajes yermos, sin gente y desde el rechazo de cualquier anécdota, son el enfoque de partida en el planteamiento por esos años. Una óptica idéntica de casi tendencia ambiental, con mucho de moda, en la que se afanan pintores de los 60-70 con la intención, siempre clave, de singularizarse sin embargo. Pinceles para un hecho identitario a través de unas criaturas plasmadas que deben dar fe, en cualquier caso, de la encontrada inconfundible autoría. Otra cuestión será sueco. como encarar el dichoso factor mercantilista de promoción, difusión, apadrinamientos etc, así como las oportunidades, algo por cierto siempre complicado, como en este caso, a un creador de provincias.

 

Inmerso en localismos, generalmente de envidias y silenciados sospechosos, Sevillano va por libre como profesional de una actividad, en auge que es el retoque y coloración de una más moderna fotografía. De cuanto, ciertamente, se ningunea lo propio por estos pagos salmantinos, saben los Sánchez Méndez, investigador a lo Rodko para el color-estratos, o los Antonio Marcos entroncado en la abstracción lírica, artistas para un entorno de general incomprensión. Menor, eso si que para las formas de Mayoral u Orejudo, de naturalezas más amables en su presentación. Un gran nivel de pintores, donde la sutileza de ambiente y las terrosidades fosilizadas tendrán defensores, respectivamente en Mº Cecilia y José Luis Pérez Fiz a la hora de encarar el paisaje propio pero ellos, sus artífices, únicamente un reconocimiento general y tardío para sus trabajos.

 

Gozará de mucho aplauso la línea 'díazcanejista', y de estructurado tonal, de la paisajística 'de cortes' de la emergente veterana Gómez Guilarte. Y sin duda, con más proyección nacional, circularán los personales trabajos de Isabel Villar y Ramiro Tapia, respaldados firmemente por los fantasiosos mundos respectivos, en paisajes ingenuístas y oníricos, de trazo y entendimiento muy distinto.

 

La pintura recuperada

 

No es el hacer de Manuel Sevillano, algo con capacidad de enganchar a cualquier espectador, en unas aplicaciones pictóricas alejadas de toda frivolidad o condescendencia, tanto de anécdota como de color. Este discurso de sobriedad pide, un mínimo, de alertada mirada. Los colores, aún siendo sustantivos, están como disimulando y apagando sus pigmentos. Se amortiguan en esta plástica los habituales, recurrentes, contrastes para una estética de a media voz que, personalmente, colijo, como especial elegancia en la esencialización de las cosas.

 

El asordamiento de la pincelada, que es aquí sello querencia, no parece para el observador común esa virtud que, sin embargo, más valoramos. ¿El colorear de los negros y grises fotográficos, de muchos años atrás, tendrá algo que ver con el sombreado o matizado actual y la causa de toda esta pigmentación pictórica? A la acertada escritura tonal, marca de la casa, Sevillano le confiere ese aire de intimidad, de confidencia bohemia, para todo aquel relato de vecindades naturaleza en que no cabe lo gratuito.

 

¿Se puede hablar de los castos colores en pintura?, ¿por qué tantos pardos y grisallas?. Sin duda, para una unidad de estilo en la armonía, esa que se decanta hacia una seriación de estilo en todas las piezas. Porque pardos y ocres no son otra cosa que la transmutación de los matizados amarillos, los rebajados caldera, o los profundos verdes.

 

Y el esquema: De traza valiente, a menudo de visión planeadora y cenital por encima de la naturaleza. Esa, que sin aditamentos superfluos debe ser traducida a valores plásticos, y que aquí cuenta con un vehículo clave. Una sabia diagramación compositiva, mitad intuición, mitad recuerdo de ese sustantivo paraje previamente, con gozo, contemplado o soñado.

 

Resultado: Unas composiciones casi geometrizadas que ondulan las colinas, que adistancian los senderos, que visten de cebra las tierras de labor y que franjean horizontes y cielos. Virtud: Una síntesis de tema y realización para aquella puesta en escena paisajística, sello hispano años 60, que supone aprovechar sensaciones y emociones, recordadas, del espectador, pongamos mi caso, aquí relatado, del Godofredo-Biosca en Madrid.

 

Vive Sevillano su tiempo de pintor (ermitaño de urbanización) atrapado también entre vanguardias informalistas de la textura, del reciclado y el povera, etc. Las mismas que están informando por entonces la plástica abstracta española de las diferentes reflexiones dada también materializadas sobre el cuadro objeto. Investigadores paisanos como Álvarez del Manzano forofo de las nuevas abstracciones, por cierto las más concretas de todas, y como el adelantado Ricardo Montero empapan por aquí infromalistas doctrinas pictóricas. También Manolo disfrutará en la realización de estos juegos esteticistas de contrachapados que rompen, de cartones que revientan, de mimadas recuperaciones contenedor, para un protagonismo de lo humilde y lo táctil deificador, así y aquí, de lo propiamente matérico en una puesta en valor.

 

En todo caso, toda una tristeza de cuadros, sobrios, profundos, a propósito casi al límite de la sordidez, hoy significan la alegría, la venturosa recuperación de la mejor contemporánea pintura. La que, casualmente, no había muerto y prueba de ello, son estos localistas documentos coloreados como veterano, sabio y sutil embajador para el disfrute, todo un logrado hacer de síntesis.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Manolo Sevillano

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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