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El trabajo de Juan Carlos Marín se desarrolla en torno a la composición del espacio. Partiendo de un lenguaje abstracto de formas geométricas, se recrea en la interminable secuencia compositiva que proporciona la combinación de curvas, rectas, planos, superficies y los vacíos creados entre sus límites. As veces juega con el concepto de movimiento, otras con la repetición enfrentada a la diferencia, en casos, las eternas dicotomías, vacío-lleno, negativo-positivo, bien-mal, ying-yang...pero siempre en un contexto lúdico, casi festivo.

Más cerca de Calder que de Oteiza, no es amigo de conceptualizar su obra. Prefiere situarse ... en un plano instintivo, sensorial, y dejar que sus composiciones establezcan su diálogo con el espectador. En el infiel en la superficie, vas a encontrar la limpia sexualidad de planos que interseccionan, superficies que se alejan, elementos que giran o se abaten, repeticiones basadas en un módulo o generador, y las variaciones producidas por la repetición modificada levemente, produciendo composiciones contrapuestas. El uso del color se realiza como manera de reafirmar aún más la presencia de las ligeras formas, una forma de corporeizar los abstractos planos, dotándolos de presencia física evidente, virtualidad | realidad. La obra escultórica de JCM se posesiona de las formas puras para realizar un festival de juegos y colores donde la composición es aparentemente, el hilo conductor. En realidad en sus obras subyace la psicología de la Gestalt, y toda la corriente fenoménica.