Exposición en Santander, Cantabria, España

El largo camino al paraíso

Dónde:
Siboney / Santa Lucía, 49 / Santander, Cantabria, España
Cuándo:
03 feb de 2023 - 12 mar de 2023
Inauguración:
03 feb de 2023
Precio:
Entrada gratuita
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
DIEZ AÑOS NO SON NADA, se dicen entre si la galería Siboney y el artista Eduardo Gruber, cuando diez años después de su última colaboración han conseguido encajar, como piezas de un puzle, el espacio expositivo y la serie de acuarelas de pequeño formato “El largo camino al paraíso”, surgidas para este proyecto durante el tórrido verano del 2022. EL GORRIÓN BLANCO (texto para la exposición “El largo camino al paraíso”) “La verdad está en el detalle”, dice Paul Celan, y de forma espontánea recuerdo el día que, mientras tomaba café con un amigo, un limpiabotas le decía a su cliente que él querría ser poeta. Debí de animarle, sin embargo, ensimismado viendo la pericia que ponía en conseguir aquel brillo fulgurante, no lo hice, pero fue una fuente de reflexión. ¿De verdad debería haberle animado? Ahora pienso que no. Se es poeta solo si lo eres, no porque lo elijas, aunque el ... limpiabotas creo que lo era a su manera, al esmerarse en conseguir aquel fulgurante brillo. La poesía tiene la virtud de extender el concepto de su esencia a cualquier actividad en la que las emociones estén presentes. La “verdad”, como ocurre en esta historia, también está en vivir el instante de lo efímero y convertirlo en invisible poesía, aunque reconozco que de la palabra efímero solo me gusta su dimensión poética. Vuelvo al principio y pienso en la necesidad de inventar una palabra para explicar la emoción de la escena. Me gustan las palabras. Alguien dijo de mis dibujos que podían ser, no solo contemplados sino leídos, que era un pintor que apelaba a la palabra. No supe que contestar, me gustó, aunque no sé por qué. Aunque uno no está libre de oír otros comentarios: ¡Entregar todo el talento al absurdo!, dijo otro, sin ser consciente de la brillantez del comentario. A menudo sabes que juegas en desventaja, pero también sabes que tienes razón. A veces me pregunto sobre el significado que esconden algunas palabras y la relación entre ellas. ¿Puede ser algo luminosamente gris? o ¿se puede gozar tristemente? También fijo mi atención sobre aquellas palabras qué, como las que aparecen en alguna de las acuarelas formando vínculos referenciales, son especiales por su sonoridad o por su significado oculto y que toman un protagonismo añadido por su grafismo. Fue el grafismo precisamente el que me hizo sentir por primera vez un momento de madurez cuando apareció definida, sin yo ser consciente de ella, una caligrafía propia. Recuerdo el día qué con un vaso de agua, un plato de plástico, un tubo de acuarela negra y un pincel grueso de pelo de marta escribí una gran letra R. Fueron cuatro segundos gloriosos. Desistí de escribir república porque la E no estuvo a la altura. Tuve curiosidad entonces por saber que dice el diccionario de la letra ERRE: “nombre de la letra R en su sonido más fuerte”, no me sorprendió, es un ejemplo perfecto de sonoridad, tanto expresada como escrita. Amo las palabras, pero también es verdad que sustituir la palabra por el silencio te hace recuperar de inmediato la libertad. Hace un tiempo, leyendo “Instrumental”, la autobiografía de James Rhodes, el músico nos intenta explicar los misterios de la interpretación y termina hablando de las estructuras de los acordes, preguntándose que “en un pasaje en el que haya distintas melodías ocultas entre las notas, ¿elijo la más obvia o busco voces internas que digan algo nuevo?”, ni que decir tiene que la elección en un músico como él es obvia: lo nuevo, lo desconocido. “En el arte siempre debes de orientarte hacia lo desconocido” y “si tienes una buena idea y puedes hacerla, ¡hazla!”, suelo decir. Posiblemente la primera vez que mezclé ambas afirmaciones fue cuando decidí lanzarme a diseñar la escenografía y el vestuario para la ópera “Der Freischutz”. Sabía que, si renunciaba, perdía el futuro. El camino del artista siempre lleva a un punto donde nunca encuentra a nadie, lo sé por experiencia, y huir de los eufemismos te aporta seguridad en la búsqueda de lo desconocido. Aún a riesgo de confundirse el artista siempre tiene razón y sorprende la dificultad que a menudo se tiene para comprender cualquier trabajo que va en una dirección aparentemente diferente a la esperada. Esta historia cargada de ironía que voy a contar la tengo apuntada en mi cuaderno de tapas rojas y hoy es el día que no sé si alguien me la contó o la imaginé una mañana mientras dormitaba. “Paró el coche a 200 metros del pintor. Este, al borde de la carretera pintaba un paisaje de la sierra con “La mujer muerta” al fondo. Llevaba un sombrero de paja y solitario se esmeraba en pintar aquel paisaje con su paleta y su caballete. Era agosto en Castilla. 39 grados. Poco a poco se fue acercando y a cada cierto tiempo sacaba una foto, en el fondo le podía la curiosidad por ver el cuadro que estaba pintando aquel personaje que, a cada momento parecía más estoico bajo el sol abrasador. Cuando al fin se cruzaron las miradas, el pintor le sonrió como invitándole a que se acercara. Atrás, a 200 metros se había quedado el coche aparcado en la cuneta. Se distinguía mal, como un espejismo por el calor que desprendía el asfalto. Al ver el cuadro se quedó mudo. El paisaje era de la sierra con “La mujer muerta... nevada”. Es el privilegio del artista. Siempre me ha gustado titular. Creo que nunca he titulado S/T. También ocurre que, en algunos casos, como en esta exposición, los títulos, como comenté anteriormente, no solo están escritos, sino que están dibujados. “El gorrión blanco” es el título del escrito que acompaña a la serie de acuarelas “El largo camino al paraíso”. Ocurre a veces que cuando se está inmerso en la búsqueda de ideas que definan las intenciones o los sentimientos, aparece la casualidad. En el mundo del arte, o mejor, en el mundo de los artistas, las casualidades a menudo influyen de forma importante en el resultado final de la obra, y alguna de estas acuarelas son un buen ejemplo de ello. A menudo el espectador te interroga sobre el significado de un texto o de una imagen, no suelo contestar, o mi contestación está lejos de lo esperado. Cuando eso ocurre me hace reflexionar sobre el por qué de las decisiones tomadas en el taller, en un contexto de intimidad y a la vez de contienda, y la lectura que el espectador hace de ello. Quizás tenga sentido hablar de lo “oculto” como algo presente en mi obra. Es el misterio que acompaña a los artistas, y como todo misterio, apasiona el intentar indagar y buscar una respuesta. Pero, vuelvo al principio, al “El gorrión blanco”. Buscando para este texto unos apuntes en mi cuaderno de tapas rojas, me encontré con una foto olvidada, borrosa y técnicamente mala, muy mala. Cuento ahora el por qué de esa foto: “Sorprendido vi lo que no creía ver, un gorrión blanco. La foto tomada con precipitación sirvió para decirme que era verdad lo que había visto. Días después, mientras me dirigía a comprar el pan le volví a ver, pero esta vez acompañado por sus iguales, todos picando delante de la panadería hasta que mi presencia les asustó”. ¿Le consideraban los otros como un igual, o él se sentiría distinto? Es probable que no, en el mundo de las aves urbanas socializar es lo normal y se busca la seguridad refugiándose dentro del grupo. (Al titular este texto como “El gorrión blanco” dudé en usar el artículo indeterminado y convertirlo en “Un gorrión blanco”, pero no sería lo mismo, la metáfora que se esconde en él cambiaria el sentido). Yo, sin embargo, le vi único, quizás porque como artista siempre se desea ser único, no diferente, aún sabiendo que único es un calificativo ajeno a cualquier tipo de valoración. Sabemos que a veces se es solo apariencia y cuesta reconocerse a uno mismo, quizás sean los trabajos en el estudio el único modo de hacerlo. ¿Qué universo llevo conmigo al estudio? Podría decir que mi experiencia personal, que imagino similar a la de muchos artistas, e ir añadiendo, día a día, casi de un modo pasional, conversaciones, imágenes, escritos, interés por la política o la ecología, y la lectura. La lectura es un placer, aunque requiere disciplina y esfuerzo, en eso consiste el amor genuino a los libros, todo ello se entrecruza y se añade a la memoria lejana y a la cercana, una memoria que tiende a seleccionar, convirtiéndose en un misterio qué es lo que la impulsa a ello. Así se forma el universo particular. Esta noche, al volver a casa, me he detenido unos minutos. Los fuegos artificiales siempre son iguales, pero actúan como un imán a los ojos de la gente de cualquier edad. Escribo esto y al instante recuerdo lo que dice Freud en “lo familiar extrañado”, aludiendo a esas cosas que nos son familiares y que, de pronto, se convierten en extrañas. Pero, bien podría plantearse invertir esta reflexión. Esas cosas que nos son extrañas y que, de pronto, se convierten en familiares. Todo tiene que ver con el inconsciente colectivo, esa especie de extrañamiento ante la vida cotidiana, aunque también es verdad que dentro de lo cotidiano ocurre algo que tu ojo hace especial y único a la vez. Unos columpios inspirando irónicamente a Jean-Honoré Fragonard, el metafórico texto “no eres el más fuerte y nunca serás rey” que acompaña una escena de la selva o el personaje del que se dice que de mayor quería ser gladiador para terminar siéndolo, son algunos ejemplos de la vitalidad de lo cotidiano que creo está presente en esta exposición. Lo apunté porque me gustó lo que leí: “Me gustan los poemas políticos de Neruda porque incluyen elementos modestos como limones o calcetines”. No puedo negar cierta conciencia política en los “temas” elegidos cuando libero las imágenes que he ido acumulando en el cerebro fruto del apropiacionismo de mis propias experiencias, no solo personales en lo emocional y autobiográfico, sino las que conlleva la práctica pictórica. Me gusta que los “temas” de mis obras aparenten ser banales, pero que enfatizados por medio de imágenes o palabras les pueden convertir en poderosos. (“Saber inspirar conversaciones ilustradas” o “Sabemos que vas a perder”, son algunos de los títulos de las acuarelas de esta exposición). Gombrich en el “Caballo de juguete”, habla de emplear la metáfora para describir nuestras reacciones emocionales, yo me valgo de ella y su dimensión alegórica para ello. En definitiva, jugar con la complicidad entre el pensamiento y lo formal, posibilita que tome relieve la dimensión alegórica que busco. Sé, además, que las libertades formales y la mezcla de diferentes lenguajes me hacen huir de algo que aborrezco, la “tiranía del estilo”. “Qué bonito cuadro”, dije yo. Me salió del alma, como un espectador “normal”, ajeno a ningún pensamiento intelectualmente crítico. El cuadro era “La urraca”, un paisaje nevado de Monet, un buen ejemplo de cuadro que nunca se marchitará. También me pasó que, al ver la obra “Durmiendo” de Philip Guston, recuerdo que exclamé para mis adentros: “Que torpe, que infantil, pero... ¡que bueno!”. Que no se marchite una obra es mi obsesión. “Lo que importa en el arte es el significado”, tengo escrito en mi cuaderno de tapas rojas, pero a veces me pregunto si se ha ido para siempre la belleza como la hemos entendido hasta ahora. No lo creo y por ello me afano en hacer coexistir lo intelectualmente bello con lo físicamente bello. No sé porqué digo esto ahora, pero me interesa más la experiencia del ser humano que la filosofía o la lógica. Siempre he pensado que la lógica está fuera del estudio y a menudo me planteo que elegir entre la sabiduría o el instinto. Todo menos bailar con la ambigüedad. Hay algo cíclico en el modo de enfrentarme a mis proyectos y a sus resultados. Supongo que inconscientemente tiene que ver con la necesidad del descanso intelectual más que del físico. De todas esas experiencias a lo largo del tiempo se desprenden dos verdades imprescindibles en mi trabajo; valorar la autoestima como necesaria, pero sobre todo ser implacable con la autocrítica. Hace un tiempo rompí en mil pedazos una acuarela de grandes dimensiones con las que había estado luchando un mes. Al observar sentado en una silla aquel montón de trozos de papel amontonados en el suelo, me pareció que había hecho el acto más auténtico que se puede exigir a un artista. Las 16 acuarelas de pequeño formato elegidas para esta exposición, pertenecen a la serie “El largo camino al paraíso” y fueron pintadas en aquellas largas y tórridas tardes del verano del 2022. Eduardo Gruber, diciembre del 2022

 

 

Entrada actualizada el el 10 feb de 2023

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