Viejas voces constelan en las voces que hoy murmullan en este patio centenario.
En la del artista moderno: la del rebuscado crítico de arte capaz de la curiosa proeza de mirar lo nuestro bajo la lente de paradigmas propios de la cultura grecolatina. En la del joven artista contemporáneo: la de una tradición escultórica marcada tanto por Rodin como por los estereotipos icónicos muy propios del NOA. Y en todas ellas: la voz del museo que las reúne en un ideopaisaje visual; es decir, en series de imágenes unidas por una misma intuición del mundo que dan cuenta, quizás, de cómo los tucumanos nos vemos a nosotros mismos; de cómo dialogamos unos con otros en el transcurrir de los años, que nunca dejan de ser ásperos como las caras de los personajes esculpidos. Así, negando el origen único de la obra de arte, la traducción inmanente en la pieza del artista...que se halla en los albores de su carrera (Gaspar Núñez) ha partido de la voz del “maestro” consagrado (Juan Carlos Iramain), de la del crítico de época (Teófilo Castillo), de la del hachero (representado en las cabezas escultóricas) y hasta de la del museo, para diluirse definitivamente en la de la comunidad, que a veces habla en primera persona.
Entrada actualizada el el 04 jun de 2019
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