Tenían planeado que después de su individual en el Centro del Carmen del IVAM en 1994, James Lee Byars hiciera una exposición en la galería Luis Adelantado. Sin embargo, no pudo ser porque Byars pronto descubrió que tenía una enfermedad que se lo iba a impedir. Esa exposición sería uno de esos planes que se iban a quedar pendientes, detenidos en el tiempo del recuerdo, apresados en la nostalgia, de aquello que pudo ser. Al enterarse de que el cáncer era incurable, Byars envió a la galería una postal con una sola frase: “por favor, Luis, enséñame a morir”. Una petición que demostraba la confianza que existía entre artista y galerista pero que también hablaba de otro tipo de enseñanza que tenía que ver con la vida, porque vivir siempre tiene algo de aprender a morir, lo saben bien los que escriben biografías. Y este aprendizaje de vida es algo...que puede rastrearse, reconocerse, buscarse en los primeros años de historia de la galería Luis Adelantado. De algún modo, esta historia es también la historia de un aprendizaje, el del propio Luis Adelantado y el de su hija, Olga, que lleva ahora el proyecto en Valencia.
Esta exposición tiene algo de melancólico, de aquello que fue y también de lo que podría haber sido. Es una exposición de exposiciones posibles, una que es cuatro, construida a partir de las obras que la galería fue guardando en sus primeros años a medida que estaba escribiendo su historia y también enseñando a mirar a aquellos que visitaban este espacio. En los primeros años, existió un interés claro por la pintura y sus múltiples desarrollos, como se evidencia en las obras de Ferran García Sevilla, Xavier Grau, Juan Navarro Baldeweg, José Noguero y Juan Uslé. También lo hubo por artistas que trabajaban desde lo matérico y sus múltiples significados, como Carmen Calvo, Eva Lootz. Miquel Navarro, Adolfo Schlosser y Gilberto Zorio, o los que ponían en tensión el espacio a partir de su manipulación de lo escultórico, como Pedro Cabrita Reis, José Pedro Croft y Susana Solano. Poco a poco, fueron incluyéndose artistas que cuestionaban la realidad desde una posición abiertamente política y que tuvo que ver no sólo con la llegada de una nueva generación sino también con el encuentro con el arte latinoamericano, como se evidencia en las fotografías de Alexander Apóstol y Milagros de la Torre. Recorrer esta exposición de exposiciones es hacerlo no sólo por el arte producido en los años 90 y primeros 2000, sino también por un parte importante de la crítica de arte de ese momento. En las salas también resuenan como un eco las voces de algunos de los autores que acompañaron las exposiciones con sus textos en los catálogos que publicaba la galería. Son palabras fantasmales y nostálgicas, que están allí y aquí, en el pasado y en el presente. Interpretaban las obras cuando se expusieron y hoy adquieren un nuevo sentido, como lo hacen también las obras a las que se referían.
Sergio Rubira
Entrada actualizada el el 25 jun de 2021
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