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Miguel Granados es un coleccionista preocupado, consciente, estudioso como pocos del arte, conocedor e investigador infatigable. La calidad de las obras que ha ido adquiriendo a lo largo de los años no es fruto de la casualidad, sino del más exigente rigor científico, pues no en vano está considerado uno de los mayores expertos españoles en bodegón.

Para esta exposición se ha seleccionado un contingente de pinturas y esculturas de los siglos XVII y comienzos del XVIII. Los nombres de Murillo, Zurbarán, Alonso Cano, Mateo Cerezo y Sánchez Cotán, compiten con los de Antonio del Castillo, Carreño, Salzillo, Van der Hamen, José de Mora y Claudio Coello. En este sentido debemos destacar el grupo de esculturas de Pedro de Mena, en particular la bellísima Virgen adorando al Niño, el variado conjunto ... de bodegones, o la presentación de distintas pinturas de artistas menos conocidos, pero de deslumbrante calidad, como Sebastián Martínez Domedel, Felipe Diriksen o Juseppe Leonardo.

El título de la exposición, Espíritu barroco, hace referencia a la compleja amalgama de ideas, conceptos, conflictos sociales y políticos sobre la que se sustenta la estética de ese tiempo histórico: Contrarreforma y Absolutismo, Iglesia y Corte, lo eterno y lo fugaz, imaginación e ingenio, belleza y arte, percepción y verdad. Una suerte de teatro cargado de símbolos y repleto de sentimientos. La representación buscaba adoctrinar, pero también conmover: el hombre del barroco asistía diariamente a una catarata de celebraciones en las que se le recordaba el sentido de su vida.

Ese tránsito diario, metáfora de la existencia humana, ha servido para articular el contenido de la exposición en cuatro capítulos: crepúsculo, noche, amanecer y día. El hilo conductor es la luz, a su conquista poética se dirige el espíritu del hombre barroco tras peregrinar por la incertidumbre.