La casa ha dejado de ser el lugar que nos acoge, para convertirse en el lugar que nos aprisiona. Un túnel al que no vemos final, un pasillo que se alarga hasta otro lugar que aún desconocemos.
En el último año, el orden habitual del mundo han saltado por los aires. Planes, proyectos, reuniones, eventos, todo se ha anulado, desaparecido en el vórtice repentino de un suceso imprevisto. Las vidas que fluían de forma constante en múltiples direcciones se detuvieron en seco, para luego arrancar lentamente, a cuentagotas. Acostumbrados a estar rodeados de un entorno cambiante, asistimos sorprendidos y perplejos a este cambio radical. Donde había movimiento hubo silencio, donde ruido, quietud.
Cada vida se convirtió en un túnel. Un nuevo espacio que recorrer, subterráneo y claustrofóbico, un lugar donde nuevas historias subjetivas se producen, todas ellas marcadas por la nueva experiencia de la extensión del tiempo diario en casa. En casa,...pero no confortablemente. En casa pero solo; más conectado, más desconcertado, más aislado.
La casa deja de ser el lugar que nos acoge, para convertirse en el lugar que nos aprisiona. Un túnel al que no vemos final, un pasillo que se alarga, un lugar cerrado y unidireccional que nos lleva hacia delante, del lugar que partimos, hasta otro lugar que aún desconocemos. Un espacio finito que contiene un tiempo que se dilata sin fin.
Entrada actualizada el el 08 abr de 2021
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