La presentación de esta instalación sonora pone en relieve la genealogía de nuestra cultura en tanto que cultivo de dos saberes complementarios: el saber derivado simbólicamente del vino y el del aceite. Se propone de este modo un sistema binario de líquidos divinos orbitando en el espacio alrededor de un centro de masas común: el ser humano.

El patio se utiliza como lugar interactivo de confluencia de ambos mundos, donde el humano se comunica con las fuerzas que emanan de la tierra y las que caen del cielo. Este espacio se puede definir como una tipología de arquitectura muy ligada al clima y a la naturaleza, aún cuando es algo más que eso, es un arquetipo que ha sido capaz de cobijar gran cantidad de usos: jardín, altar, asoleo, ventilación... y el uso que en este caso inspira la intervención, ... el concepto de impluvium de las casas romanas. Comienza aquí la narración de la nación mediterránea.

Las culturas más ricas han emergido de la cohabitación del dualismo de las concepciones matriarcal-naturalista y la patriarcal-racionalista; y es en el periodo helénico, paradigma del numen de nuestra cultura, donde el diálogo (hijo de estos dos principios) adquiere su mayor esplendor y en el cual esta intervención basa su propuesta. En este hábitat simbólico, la instalación queda configurada a través de dos gestos espaciales que generan un paisaje sonoro: un gesto vertical a través de unas lenguas de plástico representan el panteón olímpico propio de las culturas patriarcales indoeuropeas que llegaron al Mediterráneo, el cual intersecciona, en unas balsas de cobre, con la horizontalidad telúrica del panteón ctónico del sustrato matriarcal que ya habitaba sus costas.

Se utiliza la voz prerromana 'balsa', compartida por las antiguas industrias aceiteras y vinateras, para representar simbólicamente el Mar Mediterráneo en referencia a las antiguas albercas de las casas, que en este caso son receptáculo de ambos saberes. En estas balsas del saber, el hombre no utiliza el lenguaje como un mero atributo suyo sino como la 'embajada del ser' para así comunicarse y dialogar con sus semejantes estableciendo vínculos con todas las fuerzas que lo rodean, sean verticales u horizontales. El lenguaje de nuestra cultura occidental, inventado por la filosofía griega, debe ser interpretado no solo abstractamente sino en relación a las actividades e interrelaciones en las que está entretejido ya que percibir la vida más que verla implica la articulación dialógica y cromática de la realidad.

Así pues los líquidos se mezclan en las balsas de la misma manera que los pobladores de este mar enseñaron a sus conquistadores a usar las redes compartiéndolas para nutrirse y de igual forma que el público interactúa en este patio para participar de una experiencia estética.