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El Museo Lladró, sede de las piezas expuestas, quiere difundir entre el gran público el gran valor histórico que posee esta selección de jarrones y vasos por su contribución en la indagación de nuevas fórmulas y procedimientos de elaboración. Por este motivo, la colección está acompañada por una selección de bocetos y originales en escayola que reflejan la complejidad de dichas obras en todas las fases del proceso artesanal, desde los prototipos al resultado definitivo.

Los visitantes pueden recorrer la evolución creativa de la firma, desde los tempranos jarrones de corte Rococó hasta los más recientes, fechados en la finalización de la última serie de experimentación con cristalizaciones. Asimismo, la colección reúne distintos estilos decorativos, contrastando piezas en las que la forma es la protagonista con otras que despliegan un gran virtuosismo compositivo, cromático y técnico, convirtiendo las superficies en meros soportes.

Además de poder contemplar una esmerada selección de más de cuarenta piezas de museo, los visitantes de la exposición podrán presenciar demostraciones de decoración de jarrones por parte de artistas de la casa Lladró (días 13 y 20 de marzo, 17 de abril, 15 de mayo y 12 de junio, de 12:30 a 14:00 h.).

Las piezas

En 1953, con la apertura por parte de los hermanos Lladró del modesto taller de elaboración artesanal de porcelana en Almàssera (Valencia), fueron ideados los primeros ejemplos de vasos, fieles al revival rococó que imperaba entre el gusto burgués de la época. En ellos se puede apreciar un lenguaje ornamental en el que abundan los juegos de curvas y contracurvas, así como la representación de pinturas de la época. Junto al empleo de dichas escenas pintadas, las superficies de ambos vasos están recorridas con una profusa trama de líneas y formas a modo de tapiz, en cuya ejecución llegan a invertirse más de 15 horas. Algunas de las piezas de esta época son ejemplares prácticamente únicos por su complejidad técnica y la muy breve producción de los talleres de Lladró en los 40 y 50.

Los años 60 trajeron a Lladró cambios profundos, iniciando la exportación de piezas y las ampliaciones de las instalaciones y plantilla. En este periodo la firma también llega a la consecución de un estilo propio y realiza importantes avances en la investigación de nuevas fórmulas de elaboración.

En las figuras se constata una notable simplificación de las formas, que prioriza la decoración pintada, con un amplio repertorio decorativo animalístico y vegetal. Es peculiar dentro de esta tendencia el Jarrón emperador (1972), un homenaje bastante literal a la porcelana china y sus clásicos productos de blanco y azul cobalto, también en la forma.

La gran mayoría de estas piezas era concebida como series limitadas de tirada breve (entre 150 y 300 unidades), con un mercado restringido y que llevaba ya cerca de una década asociando la marca a otro tipo de creaciones. Esta nueva línea plantea a Lladró retos de diversa índole: tanto técnicos, derivados del empleo de la monococción, como económicos.

Paulatinamente, jarrones y tibores se convirtieron en el soporte ideal en el que plasmar las inquietudes estéticas y técnicas de los Lladró. Desde finales de los 60, se llevaron a cabo numerosas pruebas con efectos de cristalizaciones, de las que nacieron piezas sin apenas recorrido comercial que responden a la voluntad de indagar en nuevos resultados premeditadamente complejos. Lo verdaderamente ambicioso era dominar tales efectos hasta el punto de poder repetirlos de forma seriada y sin más diferencias que las impuestas por la técnica: la imposibilidad de predecir con exactitud dónde y con qué tamaño surgen los cristales.

A finales de los 80 se presentó una colección de más de 20 formas, muchas de ellas nuevas, para desplegar los hallazgos que en torno a esta técnica se habían ido formulando. Cada una de estas formas, como el Botellín de cuello alto (plata), se presentaba con distintos cromatismos identificados con un mineral. Debido al limitado recorrido de sus cortas tiradas, se mantuvieron vigentes en catálogo durante apenas tres años. El testigo de esta colección lo toma en 1991 una serie de cinco formas abombadas de distintos tamaños y un solo acabado, que dio por acabada la investigación con los esmaltes de cristalización.

Otra de las vías de experimentación abierta en Lladró fue la indagación en las formas. Uno de los ejemplos, el Vaso trebolado verde (1989), tiene un referente natural, presentándose como una flor estilizada de interior estriado y exterior liso, cuyos pétalos se curvan describiendo un perfil ondulante.

De los nuevos caminos abiertos por Lladró en el campo de los jarrones, el más sorprendente es el proyecto de colaboración con el escultor y grabador Amadeo Gabino (1922 - 2004), tanto por su carácter inédito como por su tono vanguardista. Fruto de esta colaboración es el Vaso 1, pieza que plasma en la porcelana las inquietudes plásticas de Gabino y muestra en relieve las formas geométricas de inspiración industrial características del artista valenciano.

El proceso de elaboración

El procedimiento seguido para la elaboración de los jarrones no dista en esencia del empleado para el resto de productos de Lladró. Las divergencias se hacen palpables en el desarrollo del prototipo que sirve de referencia para la elaboración seriada. Para cada caso se requiere como punto de partida un boceto en papel (si la forma se crea ex novo como parte de la nueva colección) o una forma lisa ya existente en escayola (denominada 'original') cuyo tratamiento varía según la decoración de la pieza definitiva.

Una vez el prototipo está aprobado, el modelo pasa a las líneas de producción para su elaboración en serie. La forma a decorar se consigue inyectando la pasta líquida de porcelana en moldes de escayola y tras un tiempo de reposo que permite lograr una capa de porcelana parcialmente seca. En este punto, se trabaja en la decoración buscada combinando sutiles capas de pigmento líquido y esmaltes. Tras recibir la capa de barniz, las piezas pasan la prueba del fuego en hornos que funcionan las 24 horas a más de 1.300º C. Si bien el proceder habitual de la porcelana conlleva dos o tres cocciones para dar con la pieza final, la monococción introducida en Lladró obliga a realizar todo el trabajo decorativo en crudo sin permitir rectificaciones a posteriori.

Un proceso absolutamente manual exige, obviamente una importante formación de los artesanos. Junto a los años de capacitación artística y técnica facilitados por Lladró, y gracias a la constante innovación en materiales y acabados, es el trabajo regular y la transmisión de conocimientos entre generaciones lo que hacen pervivir estos métodos artesanos que poco han variado desde los mismos orígenes de la porcelana europea.