Es Baluard presenta en el Gabinet una primera aproximación al proceso creativo y la obra de Helena Almeida (Lisboa, 1934), artista presente en la colección a través de A experiência do lugar. Este formato de muestra concebida para el Gabinet permite ampliar la documentación de piezas significativas del museo, poniéndolas en relación con nuevas obras, a fin de complementar y centrar el trabajo de los autores vinculados a la colección, siempre intentando destacar el papel de la mujer en la historia del arte; en este caso el feminismo irradiado por Helena Almeida, exponente de un proceso de trabajo radicado en lo autorreferencial, el cuerpo y la acción.
La pieza de Helena Almeida perteneciente a la colección es una fotografía realizada en 2001 y se confronta con el trabajo en formato de vídeo A experiência do lugar II de 2004 -realizado para la Bienal de Venecia de 2005- en un continuo intercambio...de soportes y experiencias. Así, la relación entre las dos obras presentadas conforma un recorrido creativo esencial centrado en la fotografía y el vídeo desde la propia subversión del soporte, medios que junto a la pintura, el dibujo y la performance, configuran su trayectoria artística, iniciada a mediados de la década de 1960 a partir de la resistencia y la práctica continua como constantes.
Hija del escultor Leopoldo Almeida, tras estudiar pintura en la Escuela de Bellas Artes de Lisboa, obtiene una beca y viaja a París en 1964. Durante estos años en los que se desarrollan nuevas propuestas y lenguajes artísticos como el arte minimal o la performance, Almeida traza su propio camino vinculado a la práctica conceptual. Sus primeras obras, desarrolladas en esa década en torno a la pintura, poseen un carácter tridimensional. En 1967 tiene lugar su primera exposición individual, partiendo de estos lenguajes familiares para llevarlos a vías insospechadas desde la experimentación. Amplía la superficie pictórica mediante la incorporación de otros elementos, transgrede los límites del medio «ocupando» la tela, incluso poniéndosela, como hace en Tela rosa para vestir de 1969, obra en la que Almeida se convierte en «pintura» mientras se pasea por las calles de Lisboa, en una acción performática en la que el cuerpo y el medio pictórico se aúnan.
Su interés por la performance y el happening es fruto de su atracción por la fotografía como registro documental de las mismas, no por las acciones en sí, de forma que la pintura acaba siendo relegada a un segundo plano en pro de la imagen fija a partir de los años setenta.
«La obra es mi cuerpo, mi cuerpo es la obra», afirma Almeida. Se autodefine como sujeto y objeto de su creación, una definición en la que el sujeto es determinado por una lectura universal alejada de cualquier referencia autobiográfica. Su proceso creativo se desarrolla a partir de la apropiación de su cuerpo -entero o fragmentado- como objeto y de la eliminación de cualquier límite entre las disciplinas artísticas en las que trabaja, la fotografía, la pintura, el dibujo, la performance y el vídeo. Entre ellas, predomina el medio fotográfico como su principal soporte y vehículo de reflexión, mientras que el dibujo y el vídeo definen el proceso previo a la realización de la obra final.
Para Almeida, el significado de la imagen captada permanece abierto; sus fotografías son el resultado de una escenografía y una coreografía meditadas, en las que colabora su marido, el arquitecto Artur Rosa, que es quien fotografía a Almeida mientras realiza las acciones e incluso acompaña a la artista ante el objetivo de la cámara en su obra reciente. Explora la relación entre el cuerpo y el espacio, dejando a un lado el dibujo y la pintura; los gestos capturados, a menudo planteados en series, tienen lugar en interiores, ya sean de espacios públicos, como un aula de la Facultad de Ciencias de Oporto en A experiência do lugar, o privados e íntimos como su estudio, tal y como refleja A experiência do lugar II.
Ya en los noventa afirmaba en una entrevista a Isabel de Carlos: «Lo que me interesa es siempre lo mismo, el espacio, la casa, el techo, la esquina, el suelo; después el espacio físico de la tela, pero lo que yo quiero es tratar las emociones. Son maneras de contar una historia». Desde el blanco y negro, el color de la mayoría de los sueños, explora estos territorios y los hace llegar al público
Entrada actualizada el el 18 ene de 2016
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