Exposición en Huesca, España

Georges Ward: Connection

Dónde:
Centro Cultural Ibercaja Huesca (Palacio de Villahermosa) / Duquesa Villahermosa, 1 Dpdo. / Huesca, España
Cuándo:
11 abr de 2014 - 24 may de 2014
Inauguración:
11 abr de 2014 / 21:00
Horario:
Puedes visitar la muestra de lunes a sabado, de 10 a 13 y de 18 a 21 horas. Inauguración: 11 de abril a las 19:30h.
Precio:
Entrada gratuita
Organizada por:
Artistas participantes:
Enlaces oficiales:
Web 
Descripción de la Exposición
Georges Ward presenta su obra pictórica en la exposición Connection, en la Sala de Exposiciones del Palacio Villahermosa de Ibercaja en Huesca, del 11 de abril al 24 de mayo de 2014. Puedes visitar la muestra de lunes a sabado, de 10 a 13 y de 18 a 21 horas. Inauguración: 11 de abril a las 19:30h. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- LAS MIL Y UNA VIDAS DE GEORGES WARD 'La naturaleza es una enseñanza constante que se despliega a nuestros ojos como un fabuloso escaparate, donde podemos observar los seres y las cosas con los cuales convivimos en una armonía cósmica'. («A los maestros, a los padres y a la juventud de España». Introducción del álbum Vida y color, Álbumes Españoles, S. A., Barcelona, 1965). Justo en la mitad de la década de los años sesenta del pasado siglo XX, cuando los que hoy andamos terminando de completar la madurez estábamos todavía en el periodo final de ... nuestra por entonces atribulada infancia, la editorial Álbumes Españoles, S. A., publicó el titulado Vida y color, acaso uno de los ejemplos más acabados y sorprendentes, en su género, de la permanencia de algunas corrientes educativas que al parecer habían sobrevivido a la incuria de una paz aún sangrienta cuyas pomposas y para muchos acerbas celebraciones oficiales tuvieron lugar poco antes. Editado a todo color y con calidades de impresión muy notables para la época, lo verdaderamente digno de admiración en este álbum era la extraordinaria y muy provechosa información (incluyendo aspectos científicos muy especializados e inevitables estereotipos todavía vigentes) contenida bajo cada uno de los cromos —pegados sólo en una estrecha franja superior— que lo componían hasta alcanzar el número de 380, con unos claros objetivos de formación para los niños y adolescentes del momento que contradecían absolutamente las eficaces tácticas de distracción imperantes por doquier (entre las que los álbumes de cromos dedica- dos a las ligas anuales de fútbol, a las estrellas —norteamericanas— de la televisión, a los ídolos de la canción ligera estaban en primerísima línea de atención entre las más jóvenes generaciones). El mismo admirativo embelesamiento con que contemplábamos los niños de entonces las rutilantes flores, los inefables protozoos, los insectos veloces, los peces enigmáticos, los simpáticos batracios, los sinuosos reptiles, las dignísimas aves, los fieros o delicados mamíferos, los maravillosos secretos de la anatomía humana y la exótica diversidad etnográfica de las tribus africanas que protagonizaban al unísono las apasionantes páginas de Vida y color, es el que fácilmente podemos sentir los niños y los adolescentes y los adultos de ahora cuando descubrimos y, de manera refleja y automática, comenzamos a explorar las insólitas pinturas de Georges Ward, seguramente porque nos sumergen otra vez —recorriendo de nuevo en un instante mágico el acúmulo inmenso de experiencias humanas a través de los siglos— en el mundo fantástico de Simbad el marino y en la lucha de Ulises desoyendo los dulces cantos de las sirenas y en el maravilloso libro de Marco Polo y en la vegetación inexplorada de La isla del tesoro y en los años aciagos de Robinson Crusoe regresando al origen y en el loco viaje que soñó Julio Verne al centro de la tierra y hasta en el pavoroso Parque jurásico del visionario Spielberg, como también nos hacen recordar las hermosas aventuras científicas de Charles Darwin y de Alexander Humboldt, de Celestino Mutis y de Félix de Azara, que fueron decisivas en su día, junto a múltiples otras aventuras afines, para reconocer algunos de los modos y lugares en que se manifiesta de manera visible a los ojos humanos la vida innumerable. Pero Georges Ward no es, como parece obvio, un escritor —por más que las imágenes de su pintura, sucesivas consecuencias topológicas de los inacabablemente repetidos movimientos de la naturaleza, estén absoluta y benéficamente impregnadas de los más exquisitos destilados de la literatura univer- sal de cualquier época— o un cineasta —el muy notorio e incluso exacerbado barroquismo de mu- chas de sus composiciones y el subsiguiente horror vacui que manifiestan le sitúan muy lejos de la concisión fragmentada que caracteriza por lo general lo más genuino del lenguaje cinematográfico—, ni tampoco un naturalista en sentido estricto —si bien la precisión entomológica con que identifica, des- cribe, clasifica y re-crea para la eternidad todos y cada uno de los seres vivos que habitan su ilimitado macrocosmos, completado tan sólo con cuanto queda fuera de plano en cada uno de los sucesivos microcosmos que vuelven a existir de nuevo y para siempre ante cada espectador de su pintura, puede inducirnos a pensar que se trata de un obsesivo relator o notario de esa naturaleza con la que, según nos decían en Vida y color, convivimos en una armonía cósmica—, sino más bien un artista diverso y de creatividad inagotable (en cualquier caso, aunque jamás hubiese cogido los pinceles) y un pintor muy sensible (lo que no siempre ocurre, a despecho de lugares comunes muy frecuentes) y desde luego apasionadamente visionario, en el sentido más profundo y más noble del término. Las flores de Georges Ward no son decorativas e intachables como las de Arellano ni sufren los estragos despiadados del tiempo; sus epifanías de animales marinos, terrestres y volátiles en plena ejecutoria existencial nada tienen que ver con los siempre opulentos bodegones o letales vanitas del barroco; sus selvas invioladas y jardines umbrosos transidos del aroma de la fecundación están siempre muy lejos de los imaginados por Rousseau el Aduanero y más aún si cabe de las paradisíacas fábulas de Gauguin; las coronas de rosas ecuménicas frecuentadas a veces por raudos picaflores o serenos papilios o rutilantes estafínidos desdicen los influjos perniciosos del kitsch porque Georges no pretende halagar los sentidos de los observadores ni ofrecerles placebos ideológicos o sentimentales que puedan ocultar, por saturación aluvial perceptiva, el verdadero y fundamental y trascendente propósito de su pintura, acaso íntimamente motivada —o tal vez no— por la humanísima estrategia de enfrentarnos de nuevo a la naturaleza, que siendo el origen y la razón decisiva y el sentido final de nuestra existencia —si tenemos alguna inclinación a que perdure o al menos permanezca— está librando de nuevo una de las más arduas batallas, entre las que podemos conocer hasta hoy, por su propia supervivencia, que también es la nuestra, lo ignoremos o no. El puntilloso perfeccionismo formal, la precisión en los detalles morfológicos, las avasalladoras epidemias olfativas, las infinitas sutilezas cromáticas, la rigurosa fidelidad en la conformación de anatomías y movimientos, el virtuosismo técnico y los alardes perceptivos y la profundísima empatía filosófica y emocional puestas en juego por Georges Ward para inventar o re-crear esa naturaleza exuberante que puede parecer genérica y sin embargo es radicalmente propia y diferenciada, pletórica e inconfundible, personal y distinta para siempre, intentan recordarnos otra vez —o así lo presentimos— la hermosura sin límenes ni parangón ni tasa y la infinita sucesión de maravillosas metamorfosis y la deífica perpetuación de la fertilidad y la inconmensurable acumulación de vida desmedida que concitan y guardan y celebran y expanden todos los seres y todos los procesos y todas las manifestaciones materiales o anímicas que han existido, existen o puedan existir en la realidad de esa otra naturaleza real a la que pertenecemos y no nos pertenece, pero también nos hablan —suponemos— de incendios y volcanes y deforestaciones y sequías, talas devastadoras de selvas primigenias, monzones y desiertos, y ballenas y focas masacradas, deshielos, huracanes, corrientes y tsunamis, de la capa de ozono y sus trepanaciones, las errabundas lluvias ácidas, la contaminación universal y la siempre ominosa chatarra cósmica, que ya no nos permite vivir en armonía. Así que cuando traslada su flora lujuriante, mestiza e irreal —si bien tan verdadera como el más placentero e incomprensible sueño— a Monegrillo y a los mallos de Riglos, o comienza el rescate virtual —sacando a luz de nuevo a modestos coleópteros, mariposas discretas u opulentas, o arácnidos eusorpios— de lugares tan próximos, aunque a veces ocultos, y tan entregados a la resiliencia contemplativa como los montes de Torrero o el ibón de Estanés, acaso está intentando incitarnos a regresar de manera efectiva, entusiasta y consciente, a esa naturaleza real que creemos conocer —pero ignoramos con huera displicencia—, no para disfrutar de sus encantos y entretener la vacuidad del ocio, sino con la quizá temeraria esperanza de recuperar, si todavía es posible, los más genuinos atributos de nuestra condición humana, la única que podría permitirnos participar plenamente de las mil y una vidas imaginadas por Georges Ward con la perseverancia inagotable y lúcida de la naturaleza que las ha de nutrir eternamente. RAFAEL ORDÓÑEZ FERNÁNDEZ ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- EL VIAJE HACIA EL NORTE Desde el tejado observo como te agitas... como vas embalando uno a uno a todos tus hijos mientras el frío invierno te corteja esperando que en primavera te desposes con una gran montaña blanca que vomita estrellas escondidas desde su tripa. Sus ojos son helados aunque el deseo del abrazo de múltiples seres es ciego... poder sentir el roce de miles de libélulas entre sus dedos cantos de pájaros de profunda mirada azul habitarán angostos pasillos poblados de niebla huracanes dorados trenzarán espacios donde jardines verticales se convertirán en pistas para el vuelo de un ser andrógino. MARISA ROYO

 

 

Entrada actualizada el el 13 feb de 2017

¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?

Infórmanos si has visto algún error en este contenido o eres este artista y quieres actualizarla. O si lo prefieres, también puedes ponerte en contacto con su autor. ARTEINFORMADO te agradece tu aportación a la comunidad del arte.

¿Quieres estar a la última de todas las exposiciones que te interesan?

Suscríbete al canal y recibe todas las novedades.

Recibir alertas de exposiciones

Plan Avanzado

¡Posiciona tu galería o museo a través de nuestra plataforma!

  • Publica y promociona hasta 500 obras de tus artistas.
  • Contacta con tus clientes potenciales desde cada una de ellas ¡No cobramos comisiones!
  • Da mayor visibilidad a tus eventos o exposiciones ¡Te garantizamos un acceso destacado a todas ellas!
  • Accede al Algoritmo de ARTEINFORMADO y mantente informado sobre los artistas con mayor crecimiento en los últimos 5 años.
  • Conecta con la gente del sector como artistas o coleccionistas a través de sus perfiles.
Premio
05 abr de 2024 - 05 may de 2024

Madrid, España

Exposición
20 abr de 2024 - 31 may de 2024

Galería Pedro Cera - Madrid / Madrid, España

Formación
21 sep de 2023 - 04 jul de 2024

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España

Exposición Online
16 abr de 2024 - 19 may de 2024

Online

¿Quieres estar a la última de todas las exposiciones que te interesan?

Suscríbete al canal y recibe todas las novedades.

Recibir alertas de exposiciones