Las semillas contienen al árbol en futuro y presente, siendo al mismo tiempo diminuta y enorme; entendiendo su destino, es capaz de ejercer la paciencia que nos falta a los que las espoleamos. A su vez el árbol como ser maduro, intuye el proceso que va asociado a la semilla, sabedor de que ésta es el soporte de lo esencial y se desarrolla en armonía con estos ritmos sosegados. Las comunidades arbóreas nos proporcionan rincones umbríos y bajo su amparo y cobijo se dan espacios de cordura y contemplación, simientes a su vez del pensamiento. Secuestrar la fertilidad de las semillas, su profundo destino es equivalente por tanto a secuestrar la quietud y el amparo de la sombra y la fecundidad del librepensamiento.