Niño, gitano y caballo: los tres arquetipos de la libertad en su sentido más pánico. Charlotte Player los retrata juntos por los campos, pueblos y ferias británicos e irlandeses, y lo que nos llega es un vislumbre de algo a lo que no habíamos renunciado del todo. Como en reverso del retrato ecuestre tradicional, sus fotografías no aspiran a constatar el alma inmóvil sino a echarle el lazo al instante en que, deteniéndose en su carrera, la centella parece decirnos '¡Admírame! ¡Y sígueme si puedes!'. Nos lo advierte el dicho de los gitanos de Galway que Player recoge para introducir su serie: El oro gitano no tintinea ni brilla como baratija; resplandece a la luz del sol y relincha en la oscuridad. Como las cosas ocultas y valiosas que velan por sí mismas, el oro gitano se nos ofrece sin pedirnos a cambio más que brío para ... comprenderlo y aceptarlo.

Por su parte, los plácidos paisajes de las islas entre los que sopla el viento, los edificios construidos a lo largo de los años para arreglarse una vida de orden, son apenas el fondo en el que se apoyan los retratados para posar un momento y decirnos:

'Hoy mis aventuras trashumantes me han traído hasta aquí. Tú, si quieres vivir tus aventuras, tendrás que trotarlas'.