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Desconocida en España, la joven artista finlandesa Stina Saaristo es una potentísima pintora cuya obra aborda temas sociales, de género y de historia del arte desde el punto de vista del autorretrato grotesco.

Mediante la ayuda de un pequeño espejo que sólo capta los detalles de su cuerpo, la finlandesa realiza autorretratos de medidas desproporcionadas en los que aparece rodeada de encajes, porcelanas, juguetes de plástico o aderezos dieciochescos. A pesar del componente kitsch que evidencian estos objetos, la obra de Saaristo versa sin embargo sobre cómo la identidad humana se esfuerza por adaptarse a los comportamientos y estereotipos que vienen determinados por su entorno. Miedos, frustraciones e inseguridades se dejan ver en las arrugas y desproporciones de su fisonomía en contraste con el colorido y brillos de sus atuendos. Se produce así una ... estrepitosa confrontación de lo kitsch y lo grotesco.

"Creo que mi trabajo trata sobre el sentido del humor, sobre la tragicomicidad que está ligada a la existencia humana. Al fin y al cabo la vida es en cierto modo una gran farsa, con su nacimiento y su muerte, en la que el cuerpo es venerado y que lleva asociados los ritos y la terrible tragedia del terror que sentimos al tener que enfrentarnos a la muerte o a la decadencia de nuestros cuerpos. La vida es una continua batalla dentro de una jaula en la que nos hemos introducido con la ayuda de nuestro entorno."

El trabajo de Saaristo pone en cuestión el valor que la belleza tiene en la sociedad actual, así como los convencionalismos género. Los estereotipos sexuales se ven en su obra bien exagerados o bien subvertidos, de tal forma que se intercambian los roles masculino y femenino. La artista se interesa también por la animalidad del comportamiento humano, por las fronteras entre las conductas aprendidas y los gestos y expresiones intuitivas, más propios del mundo animal. También la sexualidad y el erotismo son tratados a medio camino entre la bestialidad y la vergüenza. Todo ello siempre bañado por un sentido del humor burlesco e incluso grosero, que la artista reivindica como esencial para llevar a cabo su obra y por una cuidadísima factura que la finlandesa utiliza como contraposición a los valores de inmediata productividad que imperan en la sociedad actual.