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Ballester se define como un admirador de la pintura de Caspar David Friedrich, máximo exponente del romanticismo alemán. Este romanticismo se traslada a sus fotografías, sirviéndose de espacios inhóspitos, desolados o inacabados para buscar la poética del paisaje. Su obra intenta ser un reflejo de las nuevas ciudades chinas en las que el individuo apenas tiene un lugar. Ciudades como Pekín, Zhenghou o Shanghai que se están construyendo a un ritmo trepidante, siguiendo un modelo de crecimiento social y económico atípico de extraordinaria dimensión. ... De ahí la utilización del superlativo “hiper” para describir la arquitectura y el diseño de la China del siglo XXI sobre la que Ballester dirige su mirada, capturando tanto vestíbulos en construcción como almacenes en penumbra o el skyline de Pekín al atardecer.