Historia natural de las imágenes o de la transfiguración se configura, entonces, ya no como una exhibición de obras de arte, más bien se trata de una colección de imágenes que a la manera del Atlas Mnemosyne de Aby Warburg ofrece veintitrés ocasiones de redención simbólica de la experiencia al calor de las cosas. Pues han de ser ellas —las imágenes— como esas “cosas que le dieron color a la existencia” —en palabras de Nietzsche en Aurora. Reflexiones sobre los prejuicios morales— y que, precisamente por su exiliada condición de la ley de la pura utilidad, se encuentran aún por historiar; o, mejor, se disponen aún como germen de experiencia porque no pueden ser consumidas en el solo momento de su usabilidad.
La imagen, en suma, se dispone en Historia natural de las imágenes o de la transfiguración en el punto de encuentro del arte de orientarse en el mundo, entendido...como una técnica —fisiológica y artística— en primer lugar de sustitución y en segundo lugar de recuperación a través de una mirada memorable. La cultura no habría de ser, en el fondo, nada más que esto.
Entrada actualizada el el 14 jul de 2019
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