Del mismo modo que, como afirma Anish Kapoor, 'el color es una sustancia, un valor físico', también la ausencia de él, el color negro o, en este caso, el humo aplicado sobre la obra tiene un valor físico de austeridad, de limpieza, de catarsis en la reflexión. Estos 'errores' o 'aciertos' del azar constituyen en sí mismos una línea más del que sea, quizá, el discurso contemporáneo: el lugar de lo fortuito, lo artesanal y lo ancestral en una sociedad cada vez más tecnológica, programática y determinista. Una sociedad hiperoccidental en la que todo parece estar producido y sobreproducido en muchas ocasiones, en la que multitud de artistas quedan atrapados por el exceso de información y la sensación de que 'ya está todo hecho'.<br>

'Hace años que experimenté con el color, las técnicas acuosas y el deseo de expresarme como artista, sin obtener el resultado que esperaba. Al abandonar el color, creí que tendría que dejar que pintar. Mi encuentro con esta técnica -el uso del humo como pintura- fue también casual, usando un líquido secante en un papel. Y el resultado quedó ahí, expuesto, como una marca, relacionada más con una ausencia que con una presencia, con algo que no está y que no volverá a estar ahí,... Yo sé que mi trabajo tiene un componente místico, existencial, aunque no sea explícito, como lo tienen también la obra de otros artistas a los que admiro profundamente. Pero, en cualquier caso, se trata de algo inevitable'.<br>

Las últimas obras de Alonso Vega constituyen, en su conjunto, un homenaje a la búsqueda solitaria del artista, más aún, a 'la búsqueda' individual que, como seres humanos, nos es imposible evitar. Así, más allá de la duda, de la asociación maldita con lo maldito de nuestro destino, vemos también en las obras de Alonso Vega a Onetti fumador, palabras de humo escritas por aviones y detenidas en el cielo -skywritting-, humos literarios como de libros de caballería que arden, humos de magos que desaparecen o de gansters que aparecen y no parecen marcharse, humos infantiles de deshollinadores, humos urbanos de coches o de locomotoras que se alejan a lo Jacques Demy, humos negros y humos grises, humos como de tinta sobre agua, humos, el negro, la oscuridad que se enciende, que aparece y se despliega. La propia autora nos lo relata 'Siento una atracción malsana intensa y morbosa del negro, quizá miedo, porque parece que se oculta. La espesura del negro, como un agujero por donde se cuela el alma ávida de la aventura más peligrosa. Entrar, rodearse de espesura, sumergirse en el miedo que amordaza e inmoviliza. Para sentir, percibir aquello que está oculto. Dar un paso hacia el abismo, para notar que al abandonarse y perder pie, cobra sentido lo que no lo tiene. Perseguir lo que no existe, absurda e imprescindible actividad. Existe un lugar donde nada es lo que parecía. Se atraviesa una frontera donde lo que ahora es negro era blanco, y el vacío estaba lleno. Y se comprende entonces por qué el miedo es valentía'.