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FUKINSEI

Cuelgan, de las paredes de la casa de la artista, obras de su colección en formato circular, como sopraporte desplazados de sus umbrales. Testigos mudos, que no ciegos, de la última mudanza, descansan observando los pasos inseguros de la pequeña. Les acompaña un GeorgesRousse magnífico, una foto de un gran agujero en trampantojo que presenta, como un juego, la ambigüedad de la percepción espacial.

Los tondi, protegieron antaño, como evocaciones celestes, mágicas, los moradores de villas. No era raro ... encontrarse ángeles dellarobbianos, encorvarse para encajar graciosamente en el marco circular.

Un reto para los avezados: componer dentro de un círculo y mantener el equilibrio (dinámico). Cristina lo consigue con el vacío, la asimetría en el espacio germinal que surge de una atmósfera inquietante de donde penden las siluetas de ásperos roquedos.

KANSO

La bruma deja entrever las ramas de las coníferas de altura. Estamos entre grises muy suaves, casi azules. La nocturnidad y el crepúsculo cubren las imágenes de Cristina con una veladura austera que limita los cromatismos pero se abre a la sutilidad, al matiz exquisito. La penumbra de sus encuadres sólo deja ver formas esenciales, más bien escasas.

Caigo en la cuenta que la pareja deambula por el hogar espacioso, sobrio, vestida de negro. Así pues, tanto las imágenes como sus creadores nos remiten a las calidades de la tinta china, el procedimiento que aúna contundencia y levedad, las esencias del alma oriental. La tinta fluye en negritud, densa como de terciopelo. El agua puede transformarla en espectros muy frágiles. Ahí están, en estos paisajes.

SHIBUI

Entre mis manos se acurruca El elogio de la sombra, de Tanizaki. Aunque la cámara nos haga pequeños guiños de contemporaneidad vibrante, su mirada (admirada) reposa en la calma del tiempo dilatado. Tal vez la eternidad sea una percepción de corto alcance de la temporalidad. Quien sabe?

La contemplación detecta el tiempo en el encuentro entre lo mineral y lo líquido. El musgo necesita la quietud perpetua para llegar a cubrir rocas, ramas, la hojarasca que se muestra a contraluz.

El vacío en la imagen es tiempo valioso por haber pasado ya.

SHIZEN

Las carcajadas de Cristina son de alto voltaje, de una vitalidad que empuja el entusiasmo hacia la acción. Sus trabajos nacen del contraste entre las risas, de las exclamaciones de maravilla, pero se pulen con el silencio y la reflexión. Se trata de un proceso creativo donde la naturalidad y la frescura abren las puertas a la conciencia. Primero emoción, corazón, y luego la puesta en escena meticulosa.

El descubrimiento de los paisajes chinos se debe al caminar por senderos alpinos, pirenaicos, cántabros. De las geografías cercanas surgen evocaciones al extremo oriente, cada vez menos extremo. El recorrido de oriente a occidente empezó con las chinoiseries, los jardines chinos, continuó con las exposiciones universales, el desembarco de las estampas japonesas, el manga, las falsificaciones y ahora nuestros paisajes ya se leen en vertical, con Fujiyama al fondo. Pasan del lienzo al biombo.

YUGEN

La luz apagada. Los ojos entornados. Se fueron los personajes y el silencio se expande con la niebla. Todo parece flotar.

Dentro del tondo la otra mirada, interior, recorre espacios a tientas. Con la contemplación llega la inquietud, el subyugarse a las fuerzas desatadas de la tormenta. Despierta el inconsciente y la fotógrafa crea el panorama verdadero. La artialización del territorio renace con Sturm und Drang.

Recuerdas a C.D.Friedrich?

DATSUZOKU

Como un personaje en contemplación, camuflado por su argentado chasis, aparece un coche en la base de la escena. Cristina es libre y sella sus con sorpresas su poesía intensa. Sale a enfrentarse a la inmensidad con su objetivo. Su lucha para captar lo sublime es un ritual (a menudo tenso) necesario, de liberación.

La permeabilidad redunda en riqueza: los paisajes chinos responden a la fascinación por los nuevos lenguajes, por la infinitud que nos ofrece la realidad virtual.

SEIJAKU

Estando delante de estas ventanas a la topografía velada, los caminos de la vista también siguen el compás del latir ralentizado del alma. Densa y pictórica, la niebla pasa su manto para acariciar los reflejos del lago, aquella cumbre, la rama valiente.

El clic de la fotógrafa no detiene la vida en la imagen, mantiene sorprendentemente su movimiento tibio y húmedo.

Los cambios estaciónales escriben la metáfora de la vida, sosegándonos. Lo pintó Kim Ki-Duk en su Primavera, verano, otoño, invierno?y otra vez primavera.