“inalienable, imprescriptible e inembargable” es el título de la primera exposición individual del artista conceptual Daniel de Paula en suelo mexicano.
La muestra surge a partir de la necesidad de formular una reflexión crítica sobre procesos coercitivos vinculados a la territorialización del capital, en los que la planificación territorial estatal y la implementación de infraestructuras generadoras de energía están íntimamente ligadas a prácticas de explotación y a las lógicas abstractas de la propiedad, el trabajo y la producción de valor.
Mas específicamente, Daniel de Paula (Boston 1987) realizó una investigación de campo sobre las estructuras de generación de energía eólica, situadas en los alrededores de la ciudad de Montezuma, en el estado de Minas Gerais, Brasil, donde colosales granjas de turbinas eólicas se extienden sobre el paisaje en marcado contraste material con la cultura vernácula preexistente.
Disfrazadas bajo discursos técnicos y progresistas que alaban las energías renovables, las citadas estructuras transforman el paisaje...en una fuerza productiva capitalista, ocultando operaciones violentas que convierten tierras de uso común en un activo financiero que se acapara, se mercantiliza y con el que se especula, consolidando intereses y esfuerzos públicos y privados en la búsqueda de beneficios.
El estudio de campo llevado a cabo por el artista permite establecer un claro paralelismo entre los procesos de implantación de parques eólicos en Montezuma, Brasil, con otros contextos globales, como el sur del Istmo de Tehuantepec (Oaxaca), en México, donde —a pesar de las distinciones geográficas— las estructuras también ocupan inmensas extensiones territoriales y provocan graves impactos ambientales y sociales en las poblaciones locales, en su mayoría comunidades indígenas.
En ambos casos, las turbinas eólicas generadoras de energía son los vectores visibles de las fuerzas motrices de la modernización, sugiriendo, mediante la noción de desarrollo sostenible, una interpretación positiva sobre la producción de energía y, consecuentemente, de la luz, tanto física como metafísicamente. La luz como violencia, la luz como espectáculo, la luz como justificación de la explotación, la luz como colonización hacia la imposición de una sociabilidad capitalista. La luz como el objeto visible, la apariencia de la turbina eólica que arroja sombras, mientras que la esencia yace oculta, en las penumbras, oscurecida deliberadamente bajo una apariencia: detrás de la luz iluminadora del crecimiento económico sostenible, yace la violencia, las sombras en los márgenes del mundo modernizado, las exenciones fiscales y los incentivos financieros para las empresas de infraestructura que venden el progreso. El proceso ideológico se vende como natural, universal y verdadero.
En su exposición en Labor, Daniel de Paula —por medio de la combinación de una variedad de objetos y gestos precisos— da continuación a sus investigaciones críticas sobre las fuerzas económicas y políticas que producen el espacio y reproducen relaciones sociales violentas. En este sentido, el artista intervino los muros de la galería mezclando la pintura con polvo apropiado de carreteras en las cuales circulan los camiones que transportan las aspas de las turbinas eólicas, emulando en la galería lo que ocurre en la realidad de las localidades cercanas a Montezuma, donde este polvo se posa en las hojas de las plantaciones agrícolas impidiendo la fotosíntesis, así como la generación de alimentos.
Distribuidas a lo largo del piso y muros de la galería, se pueden ver las esculturas de carácter matérico por medio de las cuales el artista yuxtapone rocas resultantes de procesos geotécnicos de perforación para el dimensionamiento de las construcciones de turbinas eólicas, con tubos de andamios también utilizados para la construcción de estructuras de generación de energía. Las obras forman parte de una serie escultórica en curso desde 2016, titulada estructura espacial indisociable. Entremezcladas con ellas, vemos otra serie de esculturas compuestas por el emparejamiento de cables infraestructurales (eléctricos y de dados), con fulgoritos (rayos fosilizados). Estas últimas corresponden a la serie power-flow, también en curso desde 2020.
Desde una perspectiva más conceptual, Daniel propuso antes de empezar la exposición que un coleccionista mexicano aceptase pagar la factura de la luz y de la iluminación del espacio expositivo de la galería mediante la venta de los naming rights. Además de esta obra, y siguiendo esta línea de procedimientos desmaterializados, Daniel propone la comercialización de sombras de tres montañas relacionadas con la historia y formación de ideas neoliberales en el mundo. Además, consciente del carácter inevitablemente fetichista del proceso de comercialización de sus obras, propone la venta de su propia sombra —mediante un contrato legal y un certificado de autenticidad— en un gesto de auto-desposesión que confronta la esencia ideológica impetuosa del capitalismo, donde los conceptos abstractos de la propiedad, el valor, el trabajo y el capital avanzan sobre todo como una penumbra sólida.
Por último, un vídeo presentado en el celular del propio artista, compila imágenes resultantes de sus investigaciones de campo en los alrededores de Montezuma.
La exposición “inalienable, imprescriptible e inembargable” no se interesa solamente por los residuos que emergen de los objetos de estudio en que se enfoca el artista —en este caso, los parques eólicos en Montezuma— sino también, por el contexto profesional del arte. Aunque la sensación positiva y de autonomía del campo artístico —deslindado en apariencia de la crisis mundial— el mercado de arte reproduce, en su esencia, las sombras del capital y sus relaciones sociales violentas.
Entrada actualizada el el 19 abr de 2023
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