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La exposición invita al espectador a cuestionar los dictámenes y los formatos expositivos habituales. El vínculo entre las obras que configuran esta muestra no se construye desde fuera de ellas, desde la autoridad del comisario, ni tampoco se delega irresponsablemente en el espectador. Y, con cierta mordacidad, interroga el rol y expectativas en torno al artista (emergente) en la estructura del mundo del arte.

En Incongruencias, los artistas escapan a los discursos tradicionales para proponer nuevas pistas de reflexión empleando diversos formatos que abarcan la pintura, la escultura o la fotografía hasta la videoinstalación. Héctor Barrios cuestiona la masificación propia de la producción tardo-capitalista, María-Rosa Martínez Fábrega explora las potencialidades de la mirada mediante la creación de mundos virtuales, ... Carlos Alemany tantea las resonancias de lo mitológico en el imaginario colectivo de la contemporaneidad, Eduardo Fernández recupera la escritura como un espacio que se distancia de lo sensible: escritos que recuerdan a la poesía, la carta, la postal, el recuerdo o la confesión secreta, Alba Rincón Manjón pone sobre el tapete una inquietante preocupación: la memoria, los recuerdos y el olvido, Alejandro Alcázar de Velasco experimenta los límites entre lo escultórico y lo instalativo y denuncia las políticas de viviendas contemporáneas, y por último, Elena Lavellés critica los modelos arquetípicos que impone la sociedad e invita, a través de sus instalaciones performativas, a recuperar la individualidad. La exposición ha sido incongruentemente comisariada por Anne-Françoise Raskin.