Como punto de partida Alejandro Monge en esta muestra nos habla de la huella, esa huella que dejamos en la historia como grabada sobre una roca para que algún día sea reflejo de nuestra sociedad. En la obra de Monge siempre se nota una clara preocupación por la trascendencia, por el legado que dejamos, y como sociedad por nuestra propia historia.
Así pues, desde una perspectiva más personal en esta ocasión el artista juega con la figura humana retratada en el vacío, delicadas formas cóncavas sobre abruptas rocas de diversos colores haciendo referencia a la diversidad de la sociedad actual.
El artista nos da pie a imaginar que impronta dejaremos en el mundo y en nuestra sociedad para el futuro.
Grandes figuras rocosas, hechas de cemento tintes y resinas dan pie a una obra técnica y estéticamente compleja donde no todo es lo que parece.
A Monge siempre le gusta jugar con el espectador,...hacerle dudar de que es lo que realmente tiene delante de sus ojos, quizá es una de las señas de identidad más características del artista, pero en esta ocasión lleva este mantra a otro nivel.
La dimensión desaparece, la perspectiva se invierte, el vacío se llena y completamente desorientados al no entender muy bien lo que estamos viendo, aparece un rostro que nos mira. Da igual donde nos situemos ella siempre nos está observando.
A Alejandro no le interesa retratar a alguien concreto, es por esto que usa una modelo neutra e interracial como icono, el artista busca que todos nos veamos reflejados en ella, y toma el retrato como pretexto para hablarnos de la trascendencia humana.
Como una roca erosionada por el viento estas obras nos hablan del paso del tiempo.
Monge trata el aire como un material en si mismo, es por esto que las piezas no se ven vacías, sino llenas de algo intangible. ¿Qué es ese algo? ¿Que hace que sintamos su presencia cuando observamos un hueco en una roca?
Entrada actualizada el el 24 ago de 2023
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