En esta muestra individual cogiendo como referencia la naturaleza y más concretamente el mundo rural que tan próximo le es, con un gesto inconsciente, automático, premeditado, que se desliza desde la mano hasta la tela, atravesando ese espacio de nadie (que después es de todos) nos construye y nos hacerca ese mundo imaginario y mágico que es su “Jardí Imaginari”.

Flores, hojas, setas, sombras, tramas, puntos, líneas, espirales, manchas, formas concéntricas o sistemas regularmente superficiales. Lonetas de algodón persistentemente lavadas y manipuladas, manchadas. El dibujo, los vestigios de las superposiciones, la purificación de la mancha. El grafismo directo, los cambios de textura apenas perceptibles. El blanco y el negro, los crudos en una gama infinita, el ocre de la tierra, el amarillo infantil, el rojo del fuego, del amor, el azul intenso, dulce, el humo oscuro hasta la sombra que ... impregna el lienzo.

Abundando en su proceso creativo marcado por la seriación, la repetición, la integración gráfico-pictórica, Vicent Carda explora los límites expresivos de esa ambigüedad que encierra el carácter indudablemente polisémico de la imagen visual.

Un proyecto inconcluso que precede y prosigue antes y más allá de esas concreciones que no dejan de ser pintura. Pintura que sin renunciar a determinado elementos figurativos es fundamentalmente abstracta. De hecho, en las obras de Vicent Carda, cabe señalar dos constantes tan obvias como sugerentes: Los elementos figurativos aparecen reducidos a su mínima dimensión gráfica, y dos, en la relación figura-fondo, el espacio pictórico se percibe como un lugar vacío (aire) en el que “flotan” los signos plásticos.