Indiscutiblemente, Emilio Morales se ha convertido en un claro referente entre los pintores conquenses. Es en esta ciudad donde ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria como autor y como docente, en una intensa actividad plagada de proyectos personales y colectivos en distintos ámbitos artísticos. Pero la proyección de su obra no se ha limitado a los márgenes locales, habiendo alcanzado actualmente un sólido prestigio en un contexto internacional.

Nacido en Mota del Cuervo, su formación se inició en el seno de su propia familia, pues sus padres se dedicaban a la pintura siguiendo una línea realista a través de la que nuestro autor comenzó a relacionarse artísticamente con su entorno. No resulta extraño que encontrara de una forma temprana como referencia la obra de Antonio López, cuya sensibilidad pudo sentir próxima. En 1976 se trasladó a Cuenca, recibiendo a partir de entonces diversos estímulos que orientaron ... su pintura por nuevos derroteros, relacionados inevitablemente con la influencia de nombres señeros del arte contemporáneo como los de Bonifacio Alfonso o Fernando Zóbel. Más tarde, en el Madrid de los ochenta, coincidió y compartió sus experiencias creativas con algunos de los principales autores de la Movida Madrileña. Quizás sea la diversidad de los ambientes artísticos en los que Morales participó, así como su carácter vital y receptivo lo que explique la constante evolución de su obra y la notable flexibilidad de sus registros.

En cierto modo la muestra que en esta ocasión presenta en la Galería Jamete puede considerarse como una continuación de las exposiciones que recientemente le han llevado a Seúl y Lyon, dando cuenta del momento actual de su pintura, cercana a la estética de la abstracción lírica sin abandonar (nunca lo ha hecho) el contexto figurativo ni el interés, crucial en su obra, por la representación de ritmos de luz y sombra, y en la que se revela, por otra parte, una indudable influencia oriental.