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Things I see - (1992 - 2008)
-'What are these pictures, I ask?
-Oh, things I see.'
'Things I see', responde ella, como una letanía, un leitmotiv, casi un canturreo que se lanza tras una interjección y va rodando solo, sin necesidad de más impulso.
Las fotografías de Jessica Lange no necesitan cargarse de frases inútiles.
'Punto y línea sobre plano' son los elementos fundamentales de su escritura visual. Su léxico y su sintaxis se reducen a concordancias temporales, como ecuaciones elementales que expresan lo imperceptible.
Y si Kandinsky enunciaba el punto como la forma más concisa del tiempo y la línea como su continuidad, estas imágenes en devenir, que se sitúan a la vuelta de apenas una centésima de segundo, no dependen sino del 'instante decisivo'; de su 'instante decisivo', sin concesiones, sin arrepentimientos. La poesía no se caza, hay que esperarla, ya que, en caso contrario, se toma sus rodeos, juega al escondite o nos burla cambiando de rumbo. Es por lo tanto gracias a esta fracción, a esta ciega inflexión en el tiempo de espera, que sobreviene la imagen.
Rusia, Finlandia, Minnesota, Italia y Nueva York no son más que pre-textos que se enuncian y anuncian antes de la imagen. Ahí están, ante sus ojos, poco importa su longitud y latitud, el mes o el año, sólo dicen lo que es, en su permanencia.
Las fotografías de Jessica Lange son escollos sin más pretensiones que hacer visible el movimiento de la vida. Esta frase de Stieglitz, ineluctable: 'El arte es lo que da cuenta de la vida y la vida, o lo que la significa, se halla en todas partes'. Jessica, en sus recorridos, se ha encontrado con ella, aquí y allá, en lo sencillo, en lo común, en la ceguera.
Esa joven y su rostro de otro tiempo, que alza los ojos hacia el cielo, como trazando una línea invisible hacia otro lugar, nos devuelve a una suerte de trilogía, de trinidad.
El interior de una capilla, bañada por esa luz lechosa típica de los países nórdicos, invadida por un denso silencio, que se estremece en ese mismo instante por la discreta presencia de un individuo, sentado al fondo, solo. Es el eco de Muchacha leyendo una carta de Johannes Vermeer (1657).
O también como los dos niños suspendidos en una barrera, balanceándose como notas musicales que tararean sobre una partitura. Los blancos y negros están en equilibrio. Todo está ahí.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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