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La Brigada Lincoln en Aragón

Exposición / Centro de Historias de Zaragoza / Plaza San Agustín, 2 / Zaragoza, España
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Cuándo:
07 ago de 2008 - 12 oct de 2008

Organizada por:
Centro de Historias de Zaragoza

       


Descripción de la Exposición

El 20 de Diciembre de 1938 Harry Randall desembarcó en los muelles de Nueva York. Ese día cumplía 23 años y volvía de haber pasado dieciocho meses en España como voluntario de las Brigadas Internacionales. Las autoridades portuarias al registrar su equipaje hallaron entre sus pertenencias unos álbumes de fotos y centenares de negativos. Al ser interrogado declaró que eran recuerdos de viaje y los agentes no pusieron objeción a que los conservase. Sólo se quedaron con su pasaporte, que no pudo recuperar hasta 1956.
Randall había estado al mando de la unidad fotográfica de la XV Brigada Internacional y los recuerdos de viaje que pudo salvaguardar eran imágenes tomadas por su unidad durante el tiempo que vivió y luchó en España junto al ejército de la República. Pese a los negativos perdidos y al deterioro debido a las difíciles condiciones de trabajo, Harry Randall creó un archivo de más de 1800 negativos sobre la vida de los brigadistas internacionales en la España republicana.
Durante el periodo de instrucción en Albacete en Junio de 1937 había comentado con sus compañeros su interés por la fotografía y el cine. En su estado natal de Oregon se había dedicado a distribuir películas europeas y soviéticas, y había empezado a hacer fotos como aficionado. Sus superiores en España pensaron que sería la persona adecuada para encargarse de documentar las experiencias de los brigadistas de la XV Brigada Internacional.
El objetivo original de la unidad era conseguir retratar a cada uno de los voluntarios de la brigada, pero a ello se sumó la importancia que las imágenes podían tener como propaganda que pudiera enviarse al exterior y que a la vez nutriesen a las dos publicaciones en inglés de la Brigada, The Volunteer for Liberty y Our Fight.
Randall fue enviado a Madrid y Barcelona para adquirir cámaras profesionales y material de laboratorio para procesar e imprimir negativos.
Junto a Randall trabajaron otros dos fotógrafos, Benjamín Katine, de Brooklyn, y Anthony Drossel, de Chicago. Drossel tenía experiencia como fotógrafo de estudio y pudo formar a sus compañeros en las tareas que les habían encomendado.
Bill Oderaka, un voluntario herido de origen ucraniano, quedó al cargo del laboratorio móvil en la retaguardia.
Los cuatro eran soldados y habían seguido la instrucción en Albacete como el resto de sus compañeros. Sin embargo, al integrarse en la unidad fotográfica, fueron liberados de las labores propias de los combatientes. Dejaron el fusil por la cámara, aunque más tarde los acontecimientos del Ebro les hicieron retomar la lucha junto a sus camaradas.
La labor de documentar la vida en el frente ofrecía problemas añadidos a aquellos con los que se enfrentaban el resto de los voluntarios, ya que pese a darles acceso a aspectos que otros soldados no pudieron experimentar durante su estancia en España, su trabajo les mantuvo aislados durante semanas del resto de sus compañeros. A ello se unía la posible hostilidad que podían encontrar unos extranjeros armados con cámaras y con poco dominio del español en constante movimiento entre el frente y la retaguardia.
En todo momento había dos fotógrafos cubriendo las actividades de la brigada, compuesta por cuatro batallones, mientras el técnico de laboratorio y un tercer fotógrafo se encargaban de procesar, imprimir y archivar los negativos conseguidos.
Las condiciones de revelado no eran fáciles. Para trabajar en el procesado de negativos necesitaban tener acceso a agua corriente y electricidad, lo cual no siempre era posible. Randall recuerda procesar y lavar películas en chamizos, y en abrevaderos, cuando las condiciones lo exigían.
Para poder llevar un control exhaustivo de las imágenes que producían, Randall ideó un sistema alfanumérico para diferenciar fotografías en función de su contenido, del tamaño de los negativos originales y de la cámara con que habían sido tomados. Inscribía en los propios negativos este código para poder relacionar las imágenes con los detalles de su contenido, lugar, fecha y personas representadas, todo ello registrado a su vez en cuadernos referenciados.
La unidad contaba con dos cámaras, una de gran formato equiparable a la Speed Graphic americana utilizada por los reporteros gráficos en Estados Unidos, y una de pequeño formato que se acercaba a los 35 mm de las Leica, y con la que Randall hizo la mayoría de sus fotos. Esta cámara, más ligera y manejable le permitía captar escenas con mayor espontaneidad, y con mayor frecuencia gracias a la posibilidad de movimientos que ofrecía.
La libertad con la que los fotógrafos se podían mover entre el frente y la retaguardia permitió que documentaran las interacciones entre los voluntarios y la población de los pueblos por donde pasaban y donde se albergaron entre los combates.
La unidad fotográfica produjo diferentes tipos de imágenes que obedecían a diferentes objetivos. Al propósito inicial de documentar la presencia de cada uno de los voluntarios, pronto se sumo la iniciativa de los propios soldados, que pidieron que se les hicieran retratos de grupo con sus camaradas de compañía, o con aquellos que venían de la misma región, la misma ciudad, o incluso la misma universidad. En este sentido los voluntarios se valieron de la unidad fotográfica para crear y ofrecer una imagen de si mismos durante su estancia en España sobre la que podían ejercer un cierto control.
Las imágenes tomadas se entregaban al comisario político de la brigada, quien se encargaba de transmitirlas para su posible publicación en los periódicos de habla inglesa de la Brigada, o para ser enviadas a periódicos extranjeros afines ideológicamente como el Daily Worker o la revista New Masses, que en Febrero de 1939, cuando la gran mayoría de los voluntarios había llegado ya a casa, publicó un número especial sobre la Brigada Lincoln basado en imágenes tomadas por la Unidad Fotográfica.
Algunas imágenes tomadas por los miembros de la unidad llegaron a aparecer en publicaciones españolas, como Las Noticias, el órgano del Comité de Cataluña de la UGT del jueves 22 de septiembre de 1938, en donde se muestra a los soldados americanos haciendo la instrucción, aunque curiosamente identificándolos como soldados españoles.
A la labor documental se unía un esfuerzo de propaganda del que los fotógrafos eran conscientes. Como las imágenes demuestran, había ciertos temas recurrentes que los comisarios querían ver plasmados en película. Una prioridad era la de mostrar el carácter interracial de la brigada, dónde por primera vez soldados blancos y negros americanos lucharon bajo un mismo mando, que durante un tiempo ostento un oficial negro, Oliver Law.
La unidad propugnada por el partido comunista de los Estados Unidos que había atraído a millares de afroamericanos a sus filas debía reflejarse en las imágenes difundidas por la brigada, que contó con más de noventa voluntarios negros.
La unidad también se encargó de documentar las visitas a la brigada de delegaciones políticas y sindicales, así como de visitantes extranjeros, en su mayoría periodistas y escritores norteamericanos. Estas fotografías fueron debidamente publicadas en el periódico de la brigada.
Con el paso del tiempo, las noticias publicadas en The Volunteer se fueron centrando más en sus propias experiencias y actividades, omitiendo las malas noticias que llegaban de otros frentes. Las noticias del exterior se hicieron cada vez más escasas, y las imágenes a las que los brigadistas tenían acceso se referían con frecuencia a su propia vida cotidiana. Al cerrarse sobre si misma, la Brigada y su publicación reforzaron la identidad colectiva de los voluntarios en un intento de dar moral a las tropas. Este enfoque detallado dirigido a la vida cotidiana de la Brigada tiene ahora otro valor añadido, ya que supone un documento excepcional de la vida de estos soldados durante la guerra. The Volunteer contribuyó a crear una comunidad forzada a aislarse del exterior conforme la guerra parecía ir decantándose en su contra.
La representación de una identidad nueva no sólo se basaba en la capacidad de la cámara para captar el impacto en los voluntarios de las experiencias vividas. Su aspecto físico y su forma de vestir eran parte de su
nueva situación. Esta individualización se veía reforzada por la heterogeneidad de los uniformes ya que la falta de suministros hizo que cada soldado vistiese lo que podía encontrar a su alrededor. Frente a una identidad colectiva unitaria, que en los Estados Unidos se englobó bajo el nombre de uno de los batallones, el batallón Abraham Lincoln, la multiplicidad de apariencias contribuyó a la creación de personalidades individualizadas evidentes en las fotografías tomadas por la unidad fotográfica. La brigada era un grupo multiforme de soldados unidos por una causa común. De la carencia y la necesidad surgió la posibilidad de reinventarse a sí mismos frente a la cámara.
Los fotógrafos se encontraron tras la cámara y frente a ellos un país del que poco sabían, y lo retrataron repetidas veces así como a sus habitantes. Lo que en principio era una labor documental enfocada en la brigada se convirtió en un proyecto que excedía su objetivo inicial, dejándonos un testimonio visual de la España republicana que los brigadistas conocieron durante casi dos años, hasta Octubre de 1938.
Los fotógrafos de la unidad también ofrecían la posibilidad a los voluntarios de hacerse con copias de aquellas imágenes que les interesasen, tras pagar una pequeña suma para cubrir los gastos de papel. En algunos casos estos contactos de no más de cuatro o cinco centímetros cuadrados fueron conservados por los soldados durante toda la guerra, y los llevaron consigo de vuelta a casa. Algunos lograron enviar estas fotografías por correo a sus familiares y amigos.
El carácter reflexivo de la documentación de la brigada se estableció muy pronto tras su formación. Existía un comité histórico encargado de preparar materiales para la posteridad y que colaboró estrechamente con la unidad fotográfica por medio de sus sucesivos comisarios en la creación de publicaciones conmemorativas. La más significativa fue el Libro de la XV Brigada. En la introducción, al tiempo que agradecían la labor de los fotógrafos, los editores dejaban claro en 1938 que el libro no era una narración completa de la brigada, ya que los voluntarios seguían ocupados en hacer historia en los campos de batalla cuando el libro entró en prensa.
El comité histórico de las brigadas en Albacete y más tarde en Barcelona se encargó de publicar esta obra dedicada exclusivamente a las experiencias de la XV Brigada Internacional, con las fotos producidas por la unidad fotográfica.
Las brigadas internacionales suponían una gran fuerza ideológica que la República usó para su propaganda interna como muestra de la solidaridad internacional recibida. Esa misma presencia fue omitida en la propaganda producida para los gobiernos democráticos miembros del pacto de No-Intervención. Ello podría explicar la ausencia de fotografías de las brigadas en los materiales oficiales enviados a Gran Bretaña, Francia o los Estados Unidos durante la guerra.
Hay que preguntarse también que opinión tenían los voluntarios de sus camaradas fotógrafos. En un primer momento podríamos pensar que no eran bien vistos por aquellos que estaban arriesgando sus vidas mientras unos sujetos con cámara se dedicaban a hacer retratos. Quizá en un intento de explicar su labor al resto de la brigada, Harry Randall publicó en el voluntario de la libertad un artículo sobre su trabajo, "Look pretty please", donde relataba los pormenores de la unidad, hablando de sus labores cotidianas. Pese a ser ellos mismos soldados, por la naturaleza de su trabajo los miembros de la unidad fotográfica llevaban una vida distinta al resto de sus compañeros, dormían y comían donde podían, sin estar sujetos a las órdenes que el resto de la brigada debía obedecer pero también privados de la seguridad de saber que tendrían un lugar donde descansar al final de la jornada.
Debían buscar por sus propios medios la manera de abastecerse mientras cubrían las acciones de una u otra unidad ya que no siempre podían estar presentes a las horas del reparto del rancho.
La figura del fotógrafo itinerante pasó desapercibida para muchos de sus camaradas. En esa posición imprecisa entre el frente y la retaguardia, entre el combate y el descanso, entre la población civil y las tropas, los miembros de la unidad llegaron a ser invisibles.
Randall lamenta que el objetivo de retratar a todos los voluntarios de la brigada nunca pudo completarse. Algunos murieron antes de que la unidad se hubiese establecido, en otros casos no hubo tiempo ni posibilidad de cubrir todas las compañías. Si la fotografía hacía visibles a aquellos que retrataba, también tuvo el poder de relegar al olvido a aquellos que nunca fotografió.
Los negativos una vez en los Estados Unidos pasaron de ser la prueba de haber pertenecido a la lucha antifascista a convertirse en evidencia incriminatoria de actividades anti-americanas durante los años del senador McCarthy. Tuvieron que ser ocultadas y pasaron de mano en mano, hasta que Randall decidió donarlos a mediados de los años noventa. Sus negativos y una serie de imágenes microfilmadas en los archivos de las Brigadas Internacionales en Moscú, descubiertos hace unos años parecían los únicos restos de la labor de la Unidad fotográfica de la XV Brigada.
Sin embargo, en Abril de 2006, una mujer se puso en contacto con el archivo de la Brigada Lincoln en Nueva York. Decía ser la hija del fotógrafo Benjamin Katine y tenía algo que había pertenecido a su padre. Resultó ser un album de fotos que Katine había guardado hasta su muerte en 1980 en la maleta de cartón con la que llegó de España en 1938.
Eran imágenes que nadie había visto antes, algunas anteriores a la creación de la unidad fotográfica.
Esperemos que algún día salgan a la superficie los negativos que uno de los voluntarios se llevo a Valencia para revelar y desaparecieron.


Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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