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Fritz Lang (Viena, 1890-Los Angeles, 1976) no es sólo uno de los mejores y más influyentes directores de la historia del cine, sino también uno de los mayores artistas del siglo XX. Recordado sobre todo por obras como Metrópolis o el ciclo protagonizado por el Dr. Mabuse, su visión oscura de la naturaleza humana ha conseguido introducirse en el cine de ambos lados del Atlántico, siendo su primera etapa alemana de carácter más lírico (los tiempos convulsos de la Alemania de la posguerra, previos al ... estallido de la II Guerra Mundial) y su otra etapa, la americana, ya con una visión cruel y descarnada del mundo que le rodea.

La exposición que presenta ahora la Fundación Luis Seoane se centra en el papel decisivo que la escultura jugó en el cine de su primera etapa alemana, desde sus inicios como cineasta hasta su precipitada huida, primero a París, y posteriormente a Estados Unidos. Uno de los aspectos que más llama la atención de este período de la obra del cineasta austriaco es el papel tan importante que juega la escultura en la composición de sus escenarios, en sus guiones, llegando a ser la protagonista absoluta de los mismos, como si en vez de servir de apoyo en los diferentes sets al trabajo de los actores, éstos viesen invertido su papel y se pusiesen al servicio de los decorados. No hay más que recurrir al imaginario popular para darnos cuenta de que la primera y más importante impresión que nos deja el visionado de Metrópolis es el recuerdo de una escultura: la Mensch-Maschine, el robot, por encima de argumento y protagonistas.

Fritz Lang había estudiado arquitectura, pintura y artes aplicadas en Viena, Munich y Paris antes de dedicarse al cine. Influido por la monumentalidad de su Viena natal, realiza él mismo sus primeras y únicas esculturas alrededor de 1915 en Ljutomer, Eslovenia, reconociéndose en una entrevista realizada en los años veinte como coleccionista de objetos de arte, desde máscaras primitivas a todo tipo de piezas exóticas y otros ejemplos de arte y folklore reunidos gracias a sus viajes por todo elmundo. En las películas de la primera etapa alemana cumplirían todas las funciones que le son propias a la escultura como símbolo, como objeto sagrado y reliquia o como autómata y marioneta.

La época en la que Lang comienza su andadura como cineasta, los años veinte, se caracteriza por ser un tiempo de grandes tensiones en toda Europa, pero especialmente en Alemania. Tras la derrota sufrida en la I Guerra Mundial y la imposición del Tratado de Versalles, Alemania sufre una crisis económica sin precedentes, con una tasa de inflación descomunal y un paisaje urbano poblado por parados, mutilados de guerra y especuladores. La lucha de clases, el desempleo y el miedo a una revolución socialista propiciarían el ascenso del partido nazi al poder: todos estos aspectos se verían reflejados en el cine de Lang en películas como Dr. Mabuse, Metropolis o M, el Vampiro de Dusseldorf.

El conjunto de obras que presenta la Fundación Luis Seoane proviene de tres instituciones: la Cinemathèque Française, la Deutsche Kinemathek y la Slovenska Kinoteca. La exposición consta de cinco apartados, el primero de ellos a modo de introducción donde se mostrarán un grupo de piezas traídas de la cinemateca eslovena -el ya mencionado grupo de esculturas de Ljutomer- realizadas alrededor de 1915, e inéditas hasta ahora en España, un gran ejemplo de la habilidad como escultor del director vienés.

A partir de esta primera sala, el interés de la exposición recae sobre el concepto del "doble" en la obra de Lang: lo humano como escultura, la escultura como humano. Este concepto, del que quizá el ejemplo más sobresaliente sea el de la María de Metrópolis, una muchacha virginal que quiere ayudar a que los obreros de la gran ciudad se liberen y su reverso malvado, el robot creado por el inventor Rotwang, un doble oscuro y lascivo interesado en la destrucción nihilista de toda forma de vida existente. La idea de "doble" aparecerá también de forma singular en uno de los capítulos de Der Müde Tod, en la que una joven que intenta huir en la China imperial de los guardias que la persiguen, a ella y a su amante, se transforma en estatua. El siguiente apartado, habla de una constante en el cine de esta primera etapa alemana de Lang: la presencia de la muerte como objeto y protagonista de sus obras, algo evidente en películas como las ya citadas Metropolis, con su excelente escena protagonizada por la escultura medieval de la muerte que cobra vida en la catedral de la ciudad o en Der Müde Tod, obra en que el protagonismo recae en una muerte cansada de su oficio.

La exposición contiene una sección dedicada a los dioses, ídolos, máscaras y fetiches que pueblan la obra de Lang: desde el buda ante el que reza el diplomático japonés en Spione hasta las máscaras africanas que persiguen en su delirio al atribulado conde de Told en Dr. Mabuse, así como los ídolos paganos mostrados en Die Spinnen. El recorrido se cierra, como no podía ser de otro modo, con un apartado dedicado a los robots y máquinas que pueblan los universos de Fritz Lang, desde el ya citado de Metropolis las máquinas malvadas del Dr. Mabuse.

La selección de obra incluye fotografías de gran formato que muestran escenas de los rodajes, stills de películas, pasando por imágenes de los decorados de las mismas. Además del grupo escultórico de Ljutomer, la exposición albergará sendas reproducciones de la Mensch-Maschine, del Moloch y de las cabezas de los Siete Pecados Capitales de Metrópolis, cedidas por la Deutsche Kinemathek, además de los dibujos originales con esbozos de personajes, maquetas y carteles provenientes de la Cinemathèque Française.