En ningún periodo de la historia las imágenes han aparecido con tanta intensidad en nuestro universo estético, cotidiano, político e histórico, como en la actualidad, pero a nadie se le oculta que también es la época en que en que más dudamos de su veracidad.
En la era de la circulación promiscua de la información, la dictadura del algoritmo, las ucronías y las fake news, propiciadas por medios como internet, las redes sociales o la inteligencia artificial, el valor de una imagen no siempre reside en su autor o en su origen, sino en la posibilidad de (re)semantizar sus territorios de producción, circulación y consumo.
Hubo un tiempo en que, desde la disciplina académica de la Historia del Arte, a la imagen se le asignaban valores de contexto, autoría, estilo, evolución técnica y originalidad, propiciando un afán taxonómico y clasificatorio que nunca ha dejado de condicionar el trabajo de los historiadores. Pero...en el nuevo ecosistema audiovisual este modo de “hacer historia” ha entrado en crisis.
La exposición organizada por desde el Museo de Salamanca y el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte (USAL) reúne a más de treinta artistas nacionales e internacionales, vinculados a la Universidad de Salamanca, que muestran trabajos sobre todo tipo de soportes: pintura, videoinstalación, fotografía, performance, arte sonoro... con los que se enfrentan a la pregunta "¿se puede hacer arte (e historia) en la era de la circulación promiscua de la información?".
Los diferentes proyectos presentados desvían las imágenes de su "intención histórica" y se posicionan como “eventos performativos” en los que la historia del arte no se comporta como ciencia humanística, sino como simple “caja de herramientas”, que permite (de)construir esas nociones de espacio y tiempo en torno a las cuales hemos edificado los discursos académicos.
Desvinculada de su contexto original, la imagen (post)histórica tiene la capacidad de generar una cadena flotante de significados que surfean por las realidades inestables de la cultura global poniendo en cuestión los relatos hegemónicos.
Si se nos permite la redundancia, en la sociedad “pantallocrática” toda imagen es “imagen de otra imagen”, “imagen líquida” e “imagen palimpsesto”, con un infinito cúmulo de superficies y capas en estado de mutación.
“Imágenes neobarrocas” -de alta definición- e “Imágenes pobres” -de resolución subestándar- como nos recuerda Hito Steyerl.
“Imágenes promiscuas” que pueden ser apropiadas, citadas, fragmentadas y (re)mezcladas, expresando las contradicciones de la multitud conectada: su oportunismo, su narcisismo, su ansia de intensidad y distracción, su deseo de autonomía y su aislamiento… su déficit de atención, su neurosis, su paranoia y su miedo; su permanente capacidad de transgredir… pero, también, su simultánea sumisión a una sociedad que se ha vuelto “simulacro de sí misma”.
F. Javier Panera Cuevas
