La piedra y el agua
"Como aquella roca en medio de la corriente sólo tú me llenas (...)"
La piedra áspera y dura reposa sólida. El agua blanda y suave se desparrama, corre y se va.
El juego de la piedra y el agua me fascina.
La piedra se apoya. El agua la empuja, no se cansa de lamerla. La piedra resiste la caricia. Se cubre de algas o se lava. El agua se derrama sobre la piedra, la cubre, la frota. Se deshace en burbujas o se disuelve en espuma cuando choca entre sí o con la piedra. Se divide en gotas que salpican alrededor. La piedra permanece en su centro, el agua se desliza. Cae despeñándose garganta abajo. No hay cascada sin piedra: la piedra intenta retener la corriente que se escapa. El chorro se desploma, resbala, fricciona, patina. El agua se libera de la piedra, salta, se desborda. Se mueve y...su movimiento puede ser dulce o violento, siempre poderoso. El agua se rinde, cede. La piedra aguanta firme.
Sin embargo el agua lima y pule la piedra y con el caudal del invierno la empuja y la muele. Ella rueda y se redondea al chocar. Con paciencia, lentamente, va siendo desmenuzada. Se disgrega finalmente en granos microscópicos de arena.
La caída del agua me emociona: Al mismo tiempo se entrega y se suelta. Se pierde y se encuentra. Al derrumbarse salvaje sobre la piedra, desde la piedra.
Pero es en sus besos, en su tocar dulce y vivo, allí donde se produce el contacto, en la intimidad del límite, en ese lugar extraño donde ambas pierden su identidad y surge el espacio, es ahí donde siento su roce. Siento el éxtasis de amor de su canción y su danza en mis órganos dentro del cuerpo. Más allá del tiempo y también del espacio la piedra y el agua desaparecen. No queda más que su diálogo infinito.
Santiago Mayo
Entrada actualizada el el 08 sep de 2014
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