A medida que se fueron internando más y más profundamente dentro de la espesa vegetación de lo que una vez se conoció como la zona de exclusión, comenzaron a encontrar extraños artefactos. Uno de ellos recogió lo que parecía ser un fragmento de mosaico y lo examinó cuidadosamente. «Hmm, parece un gran hallazgo para la planta de reciclaje... pero espera... no veo batallas épicas contra los enemigos ni mártires heroicos que murieron por la Iglesia... ¿Y qué es esta rana?» «Espera un momento... ¿Es ese el dibujo que hizo Putin de un culo de gato?» «Tal vez no deberíamos reciclarlo...»
Más abajo, y según subían al montículo bajo el cual yacía la cuidad abandonada, se encontraron con estructuras totémicas parecidas a espantapájaros. «Apuesto a que son intentos tempranos de distraer a sistemas de inteligencia artificial, lo que solía llamarse Modelos Antagónicos.» «¿Has oído hablar de los primeros drones que se hicieron...adictos al tabaco? Dicen que sucedió cuando encontraron patrones oculares fusionados con volúmenes abstractos de espuma...» «Aunque todo ha sido un poco diferente desde la Gran Desconexión...» Especularon que, a estas alturas, deben haber sido o bien chistes para redes neuronales o tentativas de proselitismo entre el software de drones a favor de sus creadores orgánicos. Algún tipo de religión para algoritmos.
Al final decidieron dejar todo donde estaba y regresar a caballo. No habían encontrado ningún verdadero arte en los últimos meses, la planta de reciclaje tendría que esperar.
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Ruinas ambiguas, sin contexto, que muestran desviaciones en nuestra percepción del pasado. En ellas, la historia ha sido manipulada más allá de toda narrativa, y las culturas de diferentes épocas y lugares sincretizadas en objetos fetiche. Ignacio García pone de relieve la negligencia y el oportunismo en los procesos del pensamiento humano a la hora de adaptar evidencias arqueológicas a sus propios fines. Estos escombros estetizados cortocircuitan cualquier expectativa nacionalista al insertar narraciones incongruentes que subliminalmente incomodan al espectador.
Un conjunto de dispositivos primitivos diseñados para un estado cognitivo paralelo parecen hacerse eco de los restos de una cultura futura que se rebela contra una tecnología demasiado complicada. Estas construcciones dan a entender que el desarrollo tecnológico es un subproducto de la complejidad material antes que un signo de progreso. Theo Michael descarta cualquier noción de linealidad concerniente al tiempo histórico para plantear una manera de comprender la realidad en la que la prehistoria y la historia no tienen lugar necesariamente una después de la otra.
Los trabajos de ambos artistas proponen narrativas alternativas que subvierten la Historia sancionada oficialmente al señalar las limitaciones que tenemos en el procesamiento de datos y el sesgo impuesto por intereses locales o económicos, ya esté en juego nuestra interpretación del pasado o del futuro.
Entrada actualizada el el 02 abr de 2019
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