Los paisajes de Jordi Isern son amplios y, a pesar de sus grandes panorámicas, tienen la emotiva intensidad del detalle. Pintura aparentemente plácida y tranquila: cada cosa se encuentra en el lugar que le corresponde y el conjunto forma una sinfonía de colores y formas que armoniosamente se combinan. Una pintura donde parece que no pase nada, pero que contiene, más allá de las apariencias, una exigencia, un temple de vida interna, de permanencia y de continuidad, que le da su verdadero sentido: conectar con el prójimo.
Entrada actualizada el el 23 sep de 2015
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