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Si algo está claro es que la obra de José Manuel Ferrater no deja indiferente. Es el impactante resultado de la búsqueda de una forma de expresión plástica carente de limitaciones y de sesenta años de intensas vivencias que, sin darse cuenta, le llevan a gritar su niñez desde su vejez. A plasmar miedos, angustias y obsesiones, eliminando lo perenne, para enfrentarnos a la perturbadora sinceridad de aquello que permanece.

EL ARTISTA Y SU EVOLUCIÓN

La completa redacción del currículo de José Manuel Ferrater como ... fotógrafo de moda sería tan interesante como larga, pero no es la herramienta imprescindible para explicar su obra pictórica. Sin embargo hay un factor fundamental en ella para entender la fuerte carga emocional que encontramos en cada uno de estos cuadros: Libertad expresiva. 'Llegado cierto punto empecé a sentir que la fotografía limitaba mi creatividad, pues son varios los factores externos que intervienen en el resultado y no dependen de uno mismo.

En cambio el lienzo vacío me ofrecía una libertad absoluta para plasmar mi extrema necesidad de expresión total'. Sin embargo, pasado un tiempo Ferrater entiende que tal vez la fotografía sea su forma de bocetar. Ese rechazo inicial a la foto se convierte pues en el descubrimiento de que ésta es en realidad el origen de todo su proceso creativo. 'Mi preparación para esta exposición no son los ocho años que he pasado pintando, sino los 40 que he pasado preparándome. Aprendiendo a observar el mundo con la cámara'.

La obra de Ferrater mezcla todos aquellos elementos que consciente o inconscientemente han marcado su vida. Bien por limitar su libertad o bien por enfrentarle a la esencia más pura del ser humano. Limitando su libertad...

La imposición forzosa de la religión en un colegio jesuita y varios años de censura de toda forma expresivo-cultural no simpatizante, forjaron el carácter inconformista de un joven antisistema que siente la necesidad de expresar, pero no encuentra la forma de hacerlo. Lleva el pelo largo cuando nadie lo hace y ama la música de cantantes controvertidos como Hendrix, Janice Joplin, Los Rollings o Paco Ibáñez. Entrar en la escuela Eina y estudiar diseño gráfico e industrial bajo la tutela de los más prestigiosos artistas catalanes del momento (varios de ellos miembros de la célebre 'GAUCHE DIVINE'), es el primer paso para conseguirlo. Su pasión por la moda y la falta de fotografías de calidad para realizar sus trabajos de diseño gráfico, hacen el resto. La cámara se convierte en la herramienta expresiva del joven José Manuel, que en la facultad descubre a escritores como Julien Green o Proust y pintores como Pollok o Mondrian, viaja a Perpignan para comprar revistas especializadas de fotografía, prohibidas en España o a Lubljana para asistir a escondidas a una bienal cutural. Ésta se celebraría posteriormente en Ibiza, donde Ferrater realizaría una completa serie de fotografías de la INSTANT CITY de su hermano, el arquitecto Carlos Ferrater. En el lugar apropiado, en el momento apropiado. Ferrater era el único fotógrafo con un completo reportaje gráfico de la obra más comentada de la bienal. Tras vender las fotografías a cientos de revistas en todo el mundo y ver la película de Antonioni 'Blow up', sabe que la fotografía es su futuro y empieza a trabajar en Barcelona para las revistas de moda del momento 'Centromoda e Y Moda'. Un ejemplar de esta última es el que el peluquero Marcel le dio a Gisela Borioli cuando vino a Barcelona a descubrir qué estaba pasando en el mundo de la moda en España. Descubrió a Ferrater, que semanas más tarde estaría haciendo sus primeros reportajes para Donna y Mondo Uomo, las prestigiosas revistas de Briolli y Flavio Luchini en Italia. Este salto le lleva a un mundo nuevo, lleno de glamour y hasta entonces impensable para un español. A Milán le siguen París, Alemania, Estados Unidos y un sinfín de eternos viajes para fotografiar, entre otras, a Clauda Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford o Linda Evangelista. Sus reportajes están en las mejores revistas de moda de todo el mundo y su carrera profesional está a una nube de tocar el paraíso, pero vivir en aviones, hoteles y lejos de Barcelona no le llena. Decide parar, bajar el ritmo y pasar más tiempo en su ciudad. Es de este súbito fin que nace un lento inicio, como el círculo que se cierra para empezar a dibujar uno nuevo.

El tiempo libre le permite expresar su creatividad en otros formatos. Inicia un breve escarceo con la escultura, pero sin embargo siente que ésta también ofrece barreras a su necesidad creativa. Algo que no le pasa con la pintura. Sobre el lienzo parte de cero, cualquier forma es posible y el formato le es familiar, pues trabaja con medidas proporcionales a las de la fotografía.

Enfrentándole a la esencia más pura del ser humano...

El descubrimiento de África en uno de sus viajes marcaría un punto de inflexión en su vida. José Manuel Ferrater es un apasionado de este continente que ha visitado decenas de veces y donde se ha encontrado con la esencia más pura del ser humano. Con lo más primitivo y ancestral. Con todo aquello que todavía no está contaminado y que al cabo de los años le acabará devolviendo al origen.

Se convierte en un ávido coleccionista de arte primitivo, llenando su casa de máscaras y tallas de madera compradas por toda África, Asia y Oceanía. Lee a Joseph Conrad, cuya visión sobre el continente negro en El corazón de las tinieblas le marca profundamente. Y recorre los rincones más inhóspitos de su geografía. Es justamente en uno de estos viajes cuando visita Benin, donde un amigo le lleva a una pretendida ceremonia budú en la que, de ser cierta, no se habría permitido la presencia de los niños que llamaron su atención. Ferrater queda cautivado con el origen... La música del tambor, instrumento básico, como pálpito que nace de lo más profundo de África y de su propio interior, marcando el ritmo de todo y el ritmo de los juegos y danzas primitivas de esos niños a los que fotografía sin cesar.

EL PROCESO CREATIVO

Ese sonido primero marcará el proceso creativo de 'Los niños de Benin' a los que Ferrater empieza a pintar sistemáticamente, combinando esos retratos con una serie de autorretratos suyos, tomados desde ángulos que les confieren un marcado dramatismo. Cada imagen es interpretada múltiples veces, experimentando una evolución en la que los niños parecen crecer, convertirse en adultos e incluso envejecer. Sus extremidades se adelgazan hasta desaparecer, cae el pelo, los dientes y los ojos. Todo aquello que es perenne desaparece como si de un proceso de taxidermia se tratase. Son obras cortadas al bies en las que sólo queda la piel, como símbolo perturbador de aquello que físicamente permanece. Los pezones se alargan hasta sustituir las extremidades, las bocas son cloacas por las que el personaje absorbe la vida o expulsa sus temores, cargando de erotismo esta zona con la presencia de labios y lenguas que se magnifican hasta convertirse en una de las partes principales del cuadro. Cerebro y estómago se conectan a través de una garganta esófago, como centros fundamentales del sentir humano. Cúmulo de las angustias, ilusiones, temores y obsesiones inherentes al ser humano más básico y al más complejo. Aparecen cruces, curas y aguijones de escorpión, elementos del subconsciente que marcaron la infancia del creador. Treinta y cinco cuadros de una fuerte carga emocional que, tras ocho años de trabajo, dejan exhausto al artista y cierran el ciclo cuando, una vez terminados, le enseñan a su autor para qué han venido. Para liberarle, enfrentándole a sí mismo.

El mismo Ferrater admite, durante el proceso de creación, no entender el por qué de su obra, que nace del propio subconsciente. Pero hallará la respuesta en la literatura tormentosa de autores como Conrad, Malcom Lowry, Virginia Woolf o T.S Elliot, entre otros. Ferrater, que se define como un personaje más analítico que contemplativo, descubre la dureza de su propia obra en la crudeza de estos autores. Un viaje de cruda sinceridad que navega desde la vejez a la niñez. De la una a la otra y de la otra a la una, en algo que él describe como un constante cuento de finales y comienzos.

CÍRCULO VIEJO, CÍRCULO NUEVO

Cerrado un círculo se inicia otro nuevo en el que resurge la pasión por la fotografía como camino imprescindible para la expresión total. Fotógrafo y artista, ahora ya en paz, se mezclan y renuevan, dibujando el inicio de un nuevo círculo menos agresivo, más equilibrado, en el que su propia moda es la protagonista desnuda de un camino de confirmación, marcado siempre por el ritmo y el sonido de su tambor particular: el flash.

CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS

JM Ferrater trabaja con cuadros de grandes dimensiones (2m de alto) que guardan siempre la misma proporción geométrica. El tamaño aumenta o disminuye, pero sin perder la proporción.

La acuarela inicial deja paso al óleo y éste a su vez al acrílico, que le permite una gran velocidad de ejecución y rápido secado, utilizando tres colores básicos que son el rosa brillante, símbolo de la piel humana en carne viva, el blanco y el negro. Las telas también son negras. De un negro Rosco le ayudan a perder el fondo, plasmar la oscuridad y eliminar los bordes en lo que es un paso más de esta eliminación sistemática de todo aquello que le limita. Ir tirando barreras para llegar a la forma máxima de libertad expresiva.'He sentido la pintura como un devenir obligatorio de mi existencia. Como el río que va a morir al mar, la pintura era parte escrita de mi camino hacia la libertad de expresión más completa' Comenta Ferrater.

ELEMENTOS INSPIRACIONALES

Es difícil explicar en cuatro páginas todo aquello que, durante sesenta años, ha influido en la intensa vida de un personaje como José Manuel Ferrater. No obstante sí se puede hacer una relación de algunos de los ingredientes que, en mayor o menor dosis, sabemos han influido en su obra pictórica y que forman parte, por tanto, de 'Los niños de Benin'.

Un abuelo, Manuel Lambarri, pintor e ilustrador, que trabajó durante una década para Vogue París, la relación con su hermano Carlos, Janice Joplin, Jimmy Hendrix, Rolling Stones, Paco Ibáñez, Joseph Conrad, Virginia Wolf, T.S Elliot, Karen Blixen, Peter Beard, Francis Bacon, África, el arte primitivo, la censura o la imposición de las normas y de la religión, la necesidad de autocensura, la obsesión por la eliminación de fronteras...