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En el recorrido por la instalación, donde se exhiben alrededor de dos centenares de obras, el espectador podrá contemplar distintas etapas de una misma práctica: los orígenes del collage, las obras contemporáneas a las de este autor canario y su prolongación hasta la actualidad. Dado que Juan Ismael realizó tanto collages como foto collages, la exposición incorpora ambos procedimientos de recorte y ensamblaje, empleen o no la fotografía como material de trabajo.

Tras la contemplación detenida de los ... fotomontajes de este artista, se divisan cuatro secciones distintas que estructuran la exposición y que son ‘La Musa’, ‘El rostro y la máscara’, ‘Cadáver exquisito’ y ‘Encuentros inquietantes’. En este sentido, lo que propone cada serie temática es un tejido de correspondencias que supera una serie de principios que no deben pasar por alto en una muestra de corte historicista.

Para unos y otros artistas, ‘La Musa’ constituye un puente entre el sueño y la realidad, una fuente donde mana la naturaleza y lo sobrenatural. Ante el cuerpo de la mujer claudican sumisos y a su convocación se entregan por completo. Se representa natural o idealizada, puede ser a la vez reclamo erotizante y la más pura inspiración del artista.

En cuanto a ‘El rostro y la máscara’, los rostros no se aceptan tal cual son, se manipulan en virtud de un juego de palabras, y como sucede a los ojos de Juan Ismael, se pone en entredicho la capacidad del ser humano para ver. Con respecto a ‘Cadáver exquisito’, las partes del cuerpo resultan contradictorias e irreconocibles. El cuerpo se somete a una pasión violenta.

Por último, con ‘Encuentros inquietantes’ se perturba la mirada y el pensamiento lógico. Esto es debido a su carácter onírico y alucinatorio, también por el salto metafórico y por su esencia poética, que hacen que basándose en el humor, escarnio y absurdo, se creen estos bellos desajustes.

Representó junto con su obra un paradigma de unidad que sólo el andar del tiempo ha ido perfilando. Su obra es la de un creador nato, receptivo a una educación estética derivada del vanguardismo y de los preceptos de creación libre de la Escuela ‘Luján Pérez’, a los que se sentían vinculados los escritores más inquietos de su generación, la ‘veintisietista’.

La muestra de Juan Ismael en el Ateneo de Madrid el año 1933, configuraba una mayor parte de paisajes de Tenerife, que se concibieron como experiencias íntimas y silenciosas. Tierra, mar, cielo y unas escasas formas, fueron los elementos formales de su pintura, donde se impuso un cromatismo sutil, sin contrastes, limpio y pobre. A partir de estos años fue cuando el artista tomó su derivación surrealista.

El surrealismo de Juan Ismael abrió brechas de luz, claridades del subconsciente, que se resolvían entre objetos. Ciertas afinidades estilísticas despertaron el interés de los ‘Amigos de las Artes Nuevas’, que promovieron la exposición de Juan Ismael en el Centro de Información permanente de la Construcción, escasos meses antes de las exposiciones de Pablo Picasso y las de Maruja Mallo y Antoni Lamolla.

Posteriormente, de sus cuadros desapareció el paisaje, las figuras quedaron suspendidas en el paisaje vacío, imaginario. Su surrealismo trabajó con imágenes provocadas por actos inconscientes, aunque ese trabajo acabó por seducir al obrador. En los años siguientes a la Guerra Civil ahondó en el desentrañamiento del mundo psicológico. Ahora eran los sueños los que reconstruían y creaban el paisaje.

El artista volvió a Tenerife en 1945, ya que había estado residiendo en varios lugares de la Península, lo que supuso en su obra un asombroso y divertido giro. Aquí, entre el academicismo reinante, el cliché costumbrista y la estampa, realizó interiores, retratos, bodegones y paisajes, donde la paleta volvió a encontrar el equilibrio pobre que la caracteriza. No obstante, y casi de inmediato, empezaron a actuar los recuerdos, entre ellos también los sueños.

En 1947 se instaló en Las Palmas de Gran Canaria, donde dirigió la galería de arte Wiot, primer espacio privado para exposiciones que se abrió en Canarias. Hasta 1957, en que marchó a Venezuela, Juan Ismael revitalizó su mirada insular. Con esa mirada alumbró algunos de sus cuadros más inextricables: las primeras arenas.

A medida que el pintor se asentaba de nuevo en las Islas, a principios de los 70, la intimidad de su paleta se iluminó. Su iconografía dibujística, fragmentada, reconstruida e interpretada, fue la fuente directa de la que nacieron los óleos de sus últimos años. La realidad unitaria de la pintura de la última época permitió reconocer un sinfín de encuentros precedentes.