"Prélude à un exil" da título a la primera etapa del complejo proyecto que la artista Louisa Holecz inició en 2019 cuando, con motivo de la exposición Viaje al manicomio celebrada en La Casa Amarilla, pintó Cloto en alusión a la escultura de Camille Claudel y al jardín del manicomio de Montdevergues, donde murió tras un largo encierro de treinta años que la artista vivió como un exilio.
El lenguaje del arte no es ni una historia lacrimógena ni un cuchicheo confidencial, quiso dejarlo claro Linda Nochlin; de la misma opinión es Louisa Holecz, a quien durante el estudio del legado de Camille Claudel sorprendió el escaso aprecio por su obra en los ensayos sobre escultura e incluso en buena parte de la literatura feminista, frente a la abundancia de aproximaciones, la mayoría noveladas, que insisten en la determinante influencia de Rodin en su trayectoria vital y artística. El deseo de...Louisa Holecz por atender a las búsquedas y hallazgos que singularizan la escultura de Camille Claudel derivó en el que en realidad es su verdadero propósito: profundizar en el proceso creador que iba a desencadenar la reflexión e investigación desde la pintura y el tejido. Y así fue como a la pintura de Cloto, hoy en la colección del IAACC Pablo Serrano de Zaragoza, siguieron nuevas obras que, organizadas en series, configuran el proyecto Souvenir d'exil del que ahora presenta un preludio.
Louisa Holecz | Prélude à un exil
Texto: Chus Tudelilla
Prélude à un exil da título a la primera etapa del complejo proyecto que la artista Louisa Holecz inició en 2019 cuando, con motivo de la exposición Viaje al manicomio celebrada en La Casa Amarilla, pintó Cloto en alusión a la escultura de Camille Claudel y al jardín del manicomio de Montdevergues, donde la artista murió tras un largo encierro. Existen fotografías de aquel jardín, pero Louisa Holecz decidió pintarlo seco y estéril como las hebras que surcan hirientes el cuerpo de la escultura Cloto, la parca del destino que Camille Claudel modeló como una representación visionaria de su futuro. Cloto, se ha escrito, surgió del laberinto de la demencia; un estado que arrojaría a su autora a la incomprensión, a la soledad y finalmente al olvido. Durante treinta años Camille Claudel vivió en el exilio, así se sintió. Tras su muerte, en 1943, hubieron de pasar cuatro décadas hasta el inicio de un lento proceso de recuperación que, enredado en la ficción, apenas aportaba conocimientos rigurosos sobre la decisiva aportación de Camille Claudel a la escultura.
El lenguaje del arte no es ni una historia lacrimógena ni un cuchicheo confidencial, quiso dejar claro Linda Nochlin; de la misma opinión es Louisa Holecz, a quien durante el estudio del legado de Camille Claudel sorprendió el escaso aprecio por su obra en los ensayos sobre escultura e incluso en buena parte de la literatura feminista, frente a la abundancia de aproximaciones, la mayoría noveladas, que insisten en la determinante influencia de Rodin en su trayectoria vital y artística. El deseo de Louisa Holecz por atender a las búsquedas y hallazgos que singularizan la escultura de Camille Claudel derivó en el que en realidad es su verdadero propósito: profundizar en el proceso creador que iba a desencadenar la reflexión e investigación desde la pintura y el tejido. Y así fue como a la pintura de Cloto, hoy en la colección del IAACC Pablo Serrano de Zaragoza, siguieron nuevas obras que, organizadas en series, configuran el proyecto Souvenir d'exil del que ahora presenta un preludio.
Inicia este Prélude à un exil la secuencia Peintures de destruction (2022) cuyos títulos: Nigredo, Albedo, Rubedo y Citrinitas son conceptos alquímicos que hacen referencia a las diferentes fases en la transmutación de la materia, elemento fundamental en la obra de Louisa Holecz, junto con el color. Sigue Sédiments, serie de obras sobre papel que exploran los límites que separan la escultura y la pintura mediante el uso de los mismos materiales; y, finalmente, Livres, conjunto de libros bordados que Louisa Holecz rescata de entre los posiblemente leídos por Camille Claudel, una mujer que no fue ajena a la vida política y cultural de su tiempo.
Y dijo la Monelle de Marcel Schwob: te hablaré de la destrucción. "Esta es la palabra: destruye, destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz sitio para tu alma y para las demás almas (...) Destruye, porque toda creación procede de la destrucción (...) Y para imaginar un arte nuevo, hay que romper el arte antiguo. Y también el arte nuevo parece una especie de iconoclastia. Porque toda construcción está hecha de despojos y nada nuevo hay en este mundo sino las formas". Marcel Schwob y Camille Claudel se admiraban y celebraban sus obras. En torno a 1894 Camille Claudel pudo leer Le livre de Monelle que Louisa Holecz incorpora a su galería de Livres. Por entonces, según recordaba Armand Dayot, la artista modelaba durante todo el día figuras que destruía casi de inmediato, en busca de una fórmula definitiva de su sueño; de su imaginación. Mathias Morhardt también dejó testimonio de la necesidad imperiosa de destrucción que la dominaba: las escayolas quedaban reducidas a trozos, los bocetos a polvo y los dibujos a pavesas.
La obra de arte es lugar de revelación y también de duda. En la duda reside "la quimérica búsqueda del arte". Y la duda marca el tiempo de las obras de Louisa Holecz, motivada por el descontento y la obsesión en un proceso destructivo que continuamente ha de volver a comenzar, hasta el momento en que queda fijado en el cuadro algo que solo intuía pero no buscaba. Y aquello que permanecía oculto se desvela. A la estirpe de artistas que dudan pertenece Louisa Holecz, como también perteneció Camille Claudel. Y, claro, el anciano y apesadumbrado pintor Frenhofer de la novela La obra desconocida de Balzac, cuyo trabajo, en certeras palabras de Alberto Ruiz de Samaniego, consiste en des-obrar, un radical ejercicio de borradura y supresión que, lejos de ser producto del azar, es el resultado de una tarea suprema de complejidades y sutilezas. De insistir una y otra vez en tales tentativas, "el desobramiento sustrae siempre la obra a esa su terminación que pretende acabar siempre la obra y donde finalmente ella se arruina".
Louisa Holecz pinta imágenes que desfiguran la figuración. Su intención no es representar la visión exterior de una imagen sino proyectar ideas. Camille Claudel halló en la elección de la terracota, el yeso o la piedra los aliados perfectos para inventar sus imágenes. Louisa Holecz utiliza idénticos materiales reducidos a polvo en la serie de obras sobre papel Sédiments, con el ánimo de recuperar siquiera la materialidad de las esculturas que Camille Claudel destruyó y a las que estas pinturas de Louisa Holecz hacen referencia directa en los títulos y en la fugaz e indubitable gestualidad tonal.
Al tiempo que pinta, Louisa Holecz cose libros que Camille Claudel pudo leer, algunos de los cuales fueron escritos por hombres y mujeres con quienes compartió inquietudes sociales, políticas y culturales, hasta que decidió aislarse. Siguió el olvido.
Entrada actualizada el el 14 feb de 2023
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