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Andrei Tarkovski (1932-1986) es reconocido en la actualidad, junto a Sergéi Eisenstein, como el cineasta ruso más importante de todos los tiempos, y uno de los más destacados directores de la historia del cine. Aunque su película más conocida sigue siendo probablemente la adaptación de la novela de Stanislaw Lem Solaris en 1972, por la que obtuvo ese mismo año el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cannes, su filmografía tiene un significado mucho más profundo, y se entiende hoy en día como una reflexión constante y coherente sobre la relación entre tiempo e imagen. Esta última -la imagen- será protagonista indiscutible del desarrollo artístico del cineasta ruso tanto desde un punto de vista práctico como teórico, lo que le llevará a reflexionar sobre la misma a través no sólo del cine, sino también de las artes escénicas, el género ... documental, el ensayo y la fotografía, soporte este último al que pertenece el grupo de instantáneas polaroid que conforman la exposición Luz Instantánea, que presenta en esta ocasión la Fundación Luis Seoane.

El eje central del proyecto expositivo gira en torno a 80 fotografías polaroid tomadas por Andrei Tarkovski en los alrededores de su dacha rusa y en diversas localizaciones italianas entre 1979 y 1984, época en la que el cineasta se encontraba inmerso en la realización de su primera película rodada en el extranjero, Nostalgia. Ésta es una circunstancia que se ve reflejada en las propias instantáneas ya que en ellas podemos comprobar toda una serie de minuciosos ensayos acerca de encuadres, motivos o incluso tonalidades cromáticas que finalmente formarán parte de su penúltimo film.

Sin embargo, lo que convierte a estas fotografías en documentos excepcionales es su dimensión autobiográfica. Desde este punto de vista y bajo la intensidad contenida en estos apuntes instantáneos, en los que parece dilatarse indefinidamente el tiempo y su bruma, descubrimos una serie de inestimables documentos que dan fe de la preocupación de su autor por desentramar el misterio de toda imagen -en especial la del propio hogar- y el sentido de su propia melancolía, presente en toda su obra.

La presencia de esta colección de polaroids en las salas de la Fundación Luis Seoane supone una oportunidad única a nivel nacional, pues nunca antes habían sido expuestas en España. A este factor fundamental, se suma el hecho de que 20 de las fotografías presentes en esta exposición han sido recientemente halladas e incluidas en dicha colección, lo que singulariza aún más la propuesta. Pero el carácter de primicia no se limita sólo al número final de fotografías ni a su llegada por vez primera a nuestro país: dentro del proyecto de la Fundación Luis Seoane se presenta por vez primera, tanto en España como en el extranjero, un dibujo de gran formato realizado por el propio Andrei Tarkovski, también relacionado con el rodaje de Nostalgia, un diseño a escala que el director ruso elaboró para la construcción de una reproducción de su propia dacha rusa que sería incluida en varias secuencias del film. Este dibujo inédito señala el punto de partida del proceso de análisis y trabajo realizado por la Fundación para esta exposición, pues ilustra el motivo sobre el cual se pretende reflexionar a partir de aquellas pequeñas instantáneas: la figura de 'la casa' o el 'hogar' en la obra de Tarkovski.

Hijo del poeta ruso Arseni Tarkovski y de la actriz Maria Ivanovna, su formación académica tuvo lugar en el Instituto de Cinematografía Gerasimov, en donde fue alumno de otro gran realizador soviético, Mikhail Room, de quien aprendería un concepto fundamental en su obra, la de considerar el cine como una forma de esculpir en el tiempo. Heredero directo del gran Alexander Dovjenko, desarrolló un léxico y una concepción del quehacer cinematográfico sumamente personal e inconfundible. Dada la solidez de sus convicciones y la profunda vinculación que existe en todo su corpus creativo, su muerte prematura en 1986 no dejó una filmografía mutilada en su orientación conceptual, sino una hermosa y extremadamente coherente herencia artística pese a su escasa producción, limitada a siete títulos: La infancia de Ivan, Andrei Rubliev, Solaris, El espejo, Stalker, Nostalgia y Sacrificio, prácticamente todas ellas obras de culto cinéfilo y premiadas con los más altos galardones de la crítica en los principales festivales internacionales como el de Venecia, Cannes o San Francisco. Estas películas son sin duda la mejor muestra del genio 'tarkovskiano', así como un ejemplo excepcional de la vertiente poética y de voluntad trascendente de dicho arte.