Mundo Uno, es el título de la presente muestra de Pancho Quilici. Uno por único, pero también Uno, como indefinido-posible; o Uno, yo, el ser humano. Se trata, en todo caso y en la misma dirección, el mismo vértigo hacia la singularidad, de una propuesta que involucra dibujo, pintura y escultura en un todo conceptualmente articulado, vale decir, un Uno instalativo. Aquí la malla, la red, construye una espiral infinita que nos plantea una espacialidad envolvente, en permanente movimiento y regeneración, como ubicada en el cosmos, aunque la tierra, su materia, su relieve, su denso tiempo coexista en ese plano sideral como prolongando, extendiendo el sentido del recurrente tema de la ubicuidad dentro-fuera. Quilici lo refuerza o replantea aquí mediante el uso frecuente del toro, esa forma geométrica generada por un círculo que rota alrededor de otro círculo, cuya polaridad indefinida, producto del constante curvarse sobre si misma ... hacia dentro y hacia afuera en torno a un centro hueco, favorece y -si se quiere- comprueba tal posibilidad.

Las arquitecturas, en cambio, han perdido su materialidad, su dureza, su verosimilitud, y son ahora proyecciones resultantes de la información o la energía que la red hace circular incesantemente en un proceso de metamorfosis infinito. La red, que va como al pasar construyendo castillos en el aire cuya breve aparición la imagen de la obra capturará in extremis, justo a tiempo, antes de desaparecer en el vórtice espaciotemporal y dar paso a nuevos contenidos igualmente éfimeros. La sólida alianza inicial entre concepto y oficio en la obra de Pancho Quilici encuentra en Mundo Uno un nuevo estadio de actuación en el que la representación se enfoca en el fluir de una energía en perpetua regeneración, desplegada en todo el cosmos y en la que la presencia de la tierra y la obra del hombre parecieran persistir tan solo como un punto de apoyo necesario a la proyección del sueño, siempre el sueño.