Exposición individual de Eric Aman, comisariada por Conchi Álvarez.
En esta ocasión, este artista francés que la galería STOA representa desde 2014, regresa en su faceta de escultor, la forma de expresión con la que se siente más identificado.
Eric usa un lenguaje figurativo de influencia clásica que tiene sus raíces tanto en la Escuela Ática del Helenismo, como en el Renacimiento italiano cuatrocentista (resultado de sus 17 años viviendo y trabajando en Italia), como en el Clasicismo francés, e incluso el Neoclasicismo. En esta técnica, que parte del modelado en barro, se mueve con la facilidad que da una larga trayectoria profesional, componiendo en este caso pequeñas piezas que, mediante el proceso del bronce a la cera perdida, se convierten en imperecederas, obras para la eternidad, como lo es el tema elegido para esta serie, el siempre fascinante mundo de la infancia.
Las ocho esculturas de la muestra...constituyen un relato atemporal y cargado de belleza, la creatividad de los pequeños sorprendidos en la acción más intrínseca de su edad, jugar. Estos chiquillos broncíneos usan objetos que no son propiamente juguetes, sino que ellos los han transformado en tales, o alguien les ha enseñado a usar así. Y desde la primera toma de contacto con estas esculturas, atrapan la atención del espectador y consiguen una sonrisa, porque es así como queremos y anhelamos ver a los niños: jugando, pero mucho más aún, haciéndolo creativamente, con cosas simples, de toda la vida, que podemos imaginar usando en cualquier lugar del mundo, porque todo lo que se necesita está al alcance de la mano.
Desde la antigüedad los niños jugaban con muñecos de arcilla, madera o hueso representando e imitando el mundo de los adultos. Y eso no ha cambiado. Cuando el niño es libre para crear su propio juguete, una parte importante de la inspiración gravitará en el deseo de copiar lo que hacen los mayores. Así ocurre en esta muestra en la mayoría de las esculturas: la “Niña toreando”, “La constructora”, “La violinista”, el “Niño con pinzas y tirachinas”, “El tamborilero” y “El titiritero”. Pero también están los niños que quieren disfrutar simplemente saltando a la comba (“Niña saltando a la comba”), o comunicándose con pequeños animales (“Niño con rana y lagartija”).
Nada es más reconfortante que pensar en esos pequeños que pueden estar, sincrónicamente, en lugares muy lejanos unos de otros, usando los mismos pasatiempos, interactuando con cualquier cosa o elemento y, mientras disfrutan, aprendiendo a jugar y a desarrollar su imaginación.
En tiempos convulsos, el artista, refugiado en el espacio de su taller, sueña con un mundo ideal, seguramente el de su propia infancia perdida, idealizada, como la que el gran Alberti añoraba: “Infancia mía en el jardín”, o el insigne Antonio Machado evocaba: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. Y esa nostalgia está presente aquí porque nuestro artista, mientras observa a sus propios hijos jugando, rememora una infancia, la suya, que ha perdido las aristas amargas, y ganado en reconciliación con el pasado. Ese niño que todos llevamos dentro simpatiza con el título de esta exposición, casi como un slogan: “No me des juguetes, dame ideas”, dedícame tiempo, mírame, estoy aquí, date prisa, me voy haciendo mayor y pronto dejaré de ser un niño…
Imágenes de la Exposición
Vista de la exposición "No me des juguetes, dame ideas"-1
Entrada actualizada el el 12 abr de 2022
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