Nydia creció en la atmósfera fuertemente iluminada de la huerta valenciana, rodeada de los vivos colores de limoneros, naranjos y arrozales. Su sensibilidad absorbió todas estas impresiones, creándole una temprana afición por el dibujo. Sus primeras obras son paisajes de Alginet o de lugares de veraneo como Torremanzanas, en la Sierra de Alcoy, así como retratos de familiares y amigos.

Cuando su padre, José Lozano, comprobó la intensidad de esta afición, quiso conocer la opinión de un experto y acudió a su amigo pintor José Espert, también de Alginet. Espert, tras haber sido premiado en las Exposiciones Nacionales y haberse labrado una prestigiosa carrera como retratista en España e Italia, se había convertido en el último maestro de la gran escuela valenciana, del mismo modo que Romero Ressendi, de quien fue amigo, había culminado ... la evolución de la pintura andaluza.

Con una vocación ya clara, Nydia, en 1965, se matriculó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Tal carencia de alicientes contenía la actividad académica que, durante los cinco años siguientes, sólo le impidieron abandonar los estudios la amabilidad del claustro renacentista del Convento del Carmen y la Orquesta Municipal que ensayaba en el, entonces tenebroso, claustro gótico.

Mientras estudiaba en la Escuela, Nydia recibió diversos premios: el Ciudad de Játiva (1965), la Medalla de la Bienal de Artes Plásticas de la Caja de Ahorros del Sureste (1968) o la Medalla de Plata del Ministerio de Educación y Ciencia (1968), por la que fue pensionada en Segovia. En 1970 disfrutó de una beca en Roma otorgada por la Fundación Castellblanch.