Exposición en Madrid, España

Paloma Peláez

Dónde:
Magda Bellotti / Fúcar, 22 / Madrid, España
Cuándo:
25 oct de 2007 - 01 dic de 2007
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Veladura y lucidez. [Fragmentos en torno a la pintura de Paloma Peláez].

"Doble movimiento descendente: rehacer por amor lo que hace la gravedad. El doble movimiento descendente, ¿no es la clave de todo arte".

En un momento de enorme banalidad “artística”, cuando se habla de la pintura en términos de mercadotecnia como una especial vitamina, es importante fijar la atención en aquellos creadores para los que esta experiencia es algo que tiene que calificarse como verdadero. Frente a tantas hibridaciones o pretendidas "expansiones" de la pintura, generadas, en muchos casos, a rebufo de la tendencia, algunos artistas, como Paloma Peláez, despliegan su obra con enorme coherencia y credibilidad. Cuando se contemplan sus cuadros se advierte, desde el principio, que está en plena posesión de los recursos plásticos y, sobre todo, que une a su enorme intensidad, intimista ... y, al mismo tiempo, enormemente poética, la tenacidad para haber construido un dominio estético propio. Desde sus planteamientos fragmentariamente figurativos ha ido desplazándose hacia una tonalidad abstracta en la que no faltan referencias a la propia historia de la pintura e incluso a la retórica del ornamento. Sabemos que las sensaciones y las visiones pueden sedimentarse en el lienzo de muchas formas y que también la mano puede guiarse por impulsos que no tengan nada que ver con el concepto o con la estructura de la representación. El pintor aporta su cuerpo, "sumergido en lo visible, por su cuerpo, siendo él mismo visible, el vidente no se apropia de lo que ve: sólo se acerca por la mirada, se abre al mundo". Paloma Peláez que mezcla la potencia del expresionismo abstracto con otras tradiciones, se distancia, de esta manera, de un gestualismo de carácter visceral. Si, por un lado, enlaza con aquella aspiración rothkiana a que el cuadro fuera, más que un mero regodeo en las relaciones entre los distintos colores, un vehículo para expresar emociones, también retoma planteamientos de la abstracción post-pictórica, esto es, fusiona el goce del cromatismo más sensual con un singular virtuosismo compositivo.

Huici calificó los cuadros que Paloma Peláez presentó en la galería Villalar en 1987 como una pintura ensimismada y, esa cualidad, se ha mantenido, desde entonces, en su obra en la que es manifiesto el proceso de condensación. De la ambigüedad de la simbolización (pienso, por ejemplo, en Ascensión de una virgen, una obra de 1997, en la que una mujer está rodeada por una corona de espinas fuera de la que aparece una mano roja haciendo un signo diabólico y en la otra mitad del cuadro, dividido por una tira amarilla en diagonal encontramos un bosque) ha ido madurando su pintura hacia un mayor despojamiento; con todo, en su pintura abstracta no falta la cualidad de ensoñación de las obras anteriores ni tampoco la voluntad fragmentaria. En los cuadros de Paloma Peláez no se produce una jerarquización y nada es "insignificante", antes al contrario, todo tiene valor. La superficie está marcada por las veladuras y, en cierto sentido, la obra en su totalidad tiene el aspecto "metafórico" de un velo, en el que se instaura una captura imaginaria del deseo (descenso al plano imaginario del ritmo ternario sujeto-objeto-más allá, esencial en la constitución de la relación simbólica); los recuerdos figurativos mínimos se planteaban en el cuadro no simplemente como una instantánea, sino como un momento en el cual “se detiene y se fija, y al mismo tiempo indica la continuación de su movimiento más allá del velo”. Sin duda, la estética de Paloma Peláez es un ejemplo de aquella levedad (lightness) que Italo Calvino presentara como la primera de sus propuestas para el próximo milenio. Frente a la transformación de la pesadez en "gravedad" es oportuno reclamar una mirada y acontecimientos que hagan menos compacto el mundo, estados de ánimo en los que la lucidez y la ceguera no se oponen, una dicha que tiene la tristeza como horizonte. La obra de Paloma Peláez caracterizada por el preciosismo y la ligereza atrapa al que la contempla, situándole en un universo de sensaciones placenteras.

"La pintura de Paloma Peláez -señala con enorme lucidez María Antonia de Castro- tiene la vocación de integrar una multiplicidad de referentes extraídos de la tradición que procede, no sólo de la pintura, sino, sobre todo, de las artes decorativas y de las reproducciones. En un momento en el que "parece más fuera de lugar que nunca utilizar el término decorativo como juicio de valor" esta pintora renueva el valor que lo ornamental ha tenido en la historia del arte". Frente a una concepción ortodoxamente modernista que excluye, como una realidad aborigen, lo ornamental, en muchas manifestaciones del arte contemporáneo se ha comenzado una reevaluación de lo decorativo. El modernismo arquitectónico, especialmente Adolf Loos, denunció el ornamento como un "delito", una figura histórica que la lógica del progreso y el confort tienen que refutar. Las dos principales características histórico-críticas de la teoría del ornamento, la que lo entiende como expresividad orgánica o como abstracción asemántica, son solidarias, puesto que se sitúan en el precario terreno de la pugna entre secularización y arte simbólico-religioso. En el fondo, la jerarquía en la que se localiza el ornamento es propia de la diferenciación metafísica entre sustancia y accidente. Frente a la idea de Gombrich de que hay un arte que se mira y presta atención y otras manifestaciones creativas, las decorativas, que serían objeto sólo de una mirada lateral, se puede formular la hipótesis de que un gran número de manifestaciones artísticas determinantes del arte contemporáneo consisten precisamente en el hecho de hacer pasar al centro, al punto focal de la percepción, lo que generalmente permanece en sus márgenes. Podemos comprender el ornamento, especialmente en el caso de la obra de Paloma Peláez, como don: abrirse mismo de la significación, realidad gratuita y sin fondo, excesiva. En el ornamento puede encontrarse una forma de la proyección sentimental y de despliegue del deseo de lo germinativo; el anhelo de luz y la fragilidad de nuestras emociones, trazan el territorio sin centro de ornamentos que, como el meandro griego, hacen ver cómo el afán de proyección sentimental, a través de un devenir asombroso, se va apoderando de la línea muerta, “rígidamente lineal -indica Worringer en Abstracción y naturaleza-, insuflándole una vida que parece orgánica por su intensidad, por su equilibrada armonía”. Precisamente las ondulaciones aparecen con frecuencia en la pintura de Paloma Peláez, como en ese sutil trenzado de Orange de Jouy o Los Placeres de Matisse (2003), una obra prodigiosa en la que la sencillez máxima es, al mismo tiempo, la materialización del ritmo y de la sensualidad.

Paloma Peláez advierte que lo decorativo no le interesa como un fin en sí mismo, lo que quiere es, a través de lo ornamental, dotar a la pintura de una carga emocional. Ella quiere fijar sus pulsiones, dar rienda suelta a la alteridad del deseo. Pero lo cierto es que su tonalidad plástica es intensamente ornamental o, por emplear otros términos, de una especial elegancia. Chinoiserie (2006) es una manifestación de lo que puede calificarse como pintura opulenta. El lujo no es algo secundario en nuestra vida sino más bien algo antropológicamente originario; desde las joyas a los vestidos, de los muros de las casas a los cuadros, de la piel tatuada a los cortinajes más suntuosos, un "límite decorativo" nos define. Hay, en la pintura de Paloma Peláez una evocación del tejido e incluso una referencia al traje que no remite ya al cuerpo sino que tiene una potencia plástica independiente. Mario Perniola ha propuesto la concepción del cuerpo como vestidura extraña, algo que podría prolongarse hasta una libido indumentaria donde puede surgir una excitación tan material cuanto especulativa en la que el sujeto puede localizarse en lo anónimo. El cuerpo del que la sexualidad neutra tiene experiencia no es máquina sino cosa, vestidura, esto es, está hecho de muchísimos tipos de tejidos, superpuestos y entrecruzados. "La experiencia de la piel y del cuerpo como conjunto de tejidos es, por su externidad, lo más opuesto que se puede encontrar del espiritualismo ético-estético". Es la obsesión al exteriorizarse, lo Real merodeado en la extimidad lo que hace que surja una mirada que participa de la ambigüedad de la joya. La mujer es la visora (voyeur), el objeto del deseo que, miméticamente, llega hasta la fase de intimidación o, en el caso de la obra de Paloma Peláez, a la materialización de lo lujoso, a la promesa cumplida del goce. Sus cuadros tienen la gracia del instante, esa experiencia del tiempo que no es tan fugaz, tan difícil y tan docta de la duración, "sino antes bien la experiencia despreocupada del instante, aprehendido siempre en su inmovilidad. Todo lo que es simple, todo lo que en nosotros es fuerte, todo lo que es incluso durable, es el don del instante".

Cuando volvemos a contemplar una obra como Lo leí en tus ojos (1996), con esas flores ocupando un espacio en el que un cuerpo femenino desnudo surge de una suerte de nube mientras los animales en el fondo sienten un impulso ascendente, comprobamos que el imaginario de Paloma Peláez se nutre de lo onírico, de la esa fértil dimensión, más allá de la cartografía, del sueño. Freud señaló que, tras la completa interpretación, todo sueño se revela como el cumplimiento de un deseo, esto es, el sueño es la realización alucinatoria de un deseo inconsciente. La creación de símbolos es una comprensión parcial por la negativa a satisfacer, bajo la presión del principio de realidad, todos los impulsos y deseos del organismo: "En la forma de un compromiso, es una liberación parcial respecto de la realidad, un retorno al paraíso infantil con su "todo está permitido" y su realización alucinatoria de los deseos". Los sueños restauran parcialmente el reino del principio de placer y nos atrapan llevándonos el abismo de lo sublime-descomunal, de la ternura, del recuerdo deshilachado de la matriz.

Ciertamente, hay un nudo o estructura laberíntica que nos aparta de la clara visión de lo soñado, como el mismo Freud indicara, el ombligo de los sueños es lo desconocido, algo que está más allá de la reticulación del mundo intelectual. Las visiones oníricas de Paloma Peláez surgen de una actitud de asombro ante lo inaudito; desde El ocaso de J.S.B. (1996), con esa niña que vuelve la cabeza entre las raíces de los árboles, hasta La amazona (2006), con esas grecas de color rojo, grutescos absolutamente abstractos, no cesamos de encontrar un universo plástico al mismo tiempo sutil y denso. Ya sea en su evocación del jardín o en sus ornamentaciones más recientes, la obra de esta creadora tiene que ver con la tradición de lo sublime, esto es, con uno de los momentos heroicos de la búsqueda estética de lo absoluto.

Pensemos, en relación con esta opción plástica, en la actitud pictórica de Richter, en su uso radical de los instrumentos que demuestran y destruyen la ilusión, a partir del potencial retórico de la luz, para terminar deslizándose hacia una mórbida belleza. Por otro lado ha sido Richter uno de los pintores que con más determinación ha roto la presunta contradicción entre abstracción y figuración, siendo su preocupación la de que la imagen tenga impacto o sea capaz de crear un clima emocional, en situaciones que van de la nostalgia a la esperanza: "la nostalgia de una calidad perdida, de un mundo mejor, de lo que sería lo contrario de la miseria y la falta de perspectivas. […] Podría hablar también de redención. O de esperanza, de la esperanza en que la pintura pueda, a pesar de todo, producir un impacto". La sensibilidad neobarroca de Paloma Peláez, que dedicó su tesis doctoral a analizar la obra de Sigmar Polke, siempre repara en los detalles, en los lujos “marginales”, en la calidad cromática y, por supuesto, en esas veladuras que dinamizan la superficie del cuadro. En buena medida estas pinturas demuestran que la belleza no es un territorio prohibido. Esa categoría, segregada por la modernidad ortodoxa, no designa una armonía canónica, sino que es la manifestación de la vida de la visión, un rapto que impulsa a la exterioridad. Lo bello que es lo encarnado e incluso aquello que, ardientemente, deseamos que sea. Necesitamos un mundo en el que el desierto (del nihilismo) deje de crecer, donde la melancolía funcione como un motor poético. Kristeva ha advertido que nombrar el sufrimiento, exaltarlo o recorrerlo en sus mínimos componentes es un medio de reabsorber el duelo y, acaso, sobrepasarlo, un movimiento que, en el caso del artista, es sublimatorio. "Únicamente la sublimación resiste a la muerte. El objeto bello capaz de hechizarnos en su mundo nos parece más digno de adhesión que cualquier causa amada u odiada, de herida o de pesar. La depresión lo reconoce y acepta vivir en y para el objeto bello, pero esta adhesión a lo sublime ya no es libidinal. Se ha desprendido, se ha disociado, y ya ha integrado en ella los rastros de la muerte entendida como despreocupación, distracción, ligereza. La belleza es artificio, es imaginaria".

En una ocasión le preguntaron al escritor Vladimir Nabokov si en la vida le sorprendía algo, a lo que respondió que la maravilla de la conciencia, "esa ventana que repentinamente se abre a un paisaje soleado en plena noche del no ser". Paloma Peláez abre, por medio de sus pinturas, esa ventana de lo maravilloso; frente al regodeo en lo repugnante impone, sin gesticulaciones ni brusquedad, sus composiciones de hermosas simetrías, traza espacios donde el encuentro nos encuentra, marca, alegóricamente, caminos que hacen que nos adentremos en lo que salva: la poesía. No cabe duda de que esta artista se ha ensimismado en sus últimas obras. Su "vehemente y apasionada utilización del color" llega a unas cimas magistrales en piezas como Down Town (2006) o en El lago (2006) con esa lazada que marca el espacio y, al mismo tiempo, lo libera. La obra de Paloma Peláez evoca la luz, atrapa, por medio de lo disperso y fragmentario, a la mirada. Esta pintora de la materia sentimental ha sido capaz de construir un mundo propio, con elementos luminosos y sensuales, delicado y, sin embargo, rotundo. La propia artista habla de cómo puede surgir, en sus singulares "apropiaciones", una imagen extraña: "el adorno concreto se transforma en una extraña abstracción flotante". Desea agregar algo poético al mundo, aunque sea por medio de las veladuras como en esas piezas que ha realizado con impresiones digitales que están "tapadas" por una superficie "translúcida" y troquelada para que podamos ver el fondo. Hay, en la estética de Paloma Peláez, una dimensión de inquietud, de ese sentimiento que, para Heidegger, es la esencia de la existencia pues establece una tensa relación con el tiempo, mostrándonos que nunca tenemos las cosas entera e inmediatamente. Las pulsiones de esta creadora hipertélica nos hacen ver que lo que importa es vivir de maravilla. Su pintura manifiestamente madura es, valga la paradoja, un testimonio de la fecundidad poética de la infancia, de esa curiosidad hacia todo lo extraordinario y diferente. Tenemos que tener la mente abierta a todo, ser capaces de establecer, en términos freudianos, una permanente "asociación libre", esto es, trabajar en la dirección de una radical excitación del sueño. El destello del misterio nos seduce en los cuadros de Paloma Peláez, ya sean las impresiones rojas y azules de Ofelia ((2004-2005) o las ondulaciones rítmicas de Entrebucles (2006). Esas revelaciones fugaces de la belleza hacen que surja en nuestra mirada el fervor de lo poético que si, por un lado, implica la presencia del sufrimiento, también es la promesa de la dicha. Los detalles de esta pintura, ornamental y, por tanto, huella deseante del sujeto, son prodigiosos regalos para la vista. Una forma seductora de la belleza, una obra capaz de hechizarnos con su gracia: una piel que brota de una indescriptible profundidad. Algo diáfano, marcado y velado con los colores más hermosos, o, mejor, una pintura que es pura lucidez.

 

 
Imágenes de la Exposición
El Lago, 2007. 165 x192 cm. Óleo sobre tela

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?

Infórmanos si has visto algún error en este contenido o eres este artista y quieres actualizarla. O si lo prefieres, también puedes ponerte en contacto con su autor. ARTEINFORMADO te agradece tu aportación a la comunidad del arte.

¿Quieres estar a la última de todas las exposiciones que te interesan?

Suscríbete al canal y recibe todas las novedades.

Recibir alertas de exposiciones

servicio galería de obra

¡Difunde tu obra en la mayor plataforma iberoamericana de arte!

  • Publica y difunde tus obras o las de tus artistas, enlazándolas con las exposiciones y ferias donde se presentan ¡Multiplicarás su visibilidad!
  • No cobramos comisión por venta. Solo facilitamos el contacto de tus clientes potenciales contigo.
  • Mostramos tus obras de forma natural, sugiriéndolas a nuestros usuarios por similitud de etiquetas, proximidad…
  • Las 5 primeras las tienes GRATIS ¡Pruébalo sin compromiso!
Premio
05 abr de 2024 - 05 may de 2024

Madrid, España

Exposición
Formación
21 sep de 2023 - 04 jul de 2024

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España

Exposición Online
¿Quieres estar a la última de todas las exposiciones que te interesan?

Suscríbete al canal y recibe todas las novedades.

Recibir alertas de exposiciones