Pedro Sobrado inició su carrera artística en 1959 con una exposición en Santander. Seguidamente se trasladó a Madrid y, en 1961 se marchó a París, donde fijó su residencia hasta 1976.

En esta ciudad, en un principio, frecuentó la Escuela del Louvre, pero posteriormente se acercó a las corrientes artísticas del momento. Su forma de expresión pictórica fue abstracta hasta 1968, año en que tuvo lugar la revolución estudiantil denominada Mayo del 68. En esa fecha, Sobrado volvió definitivamente a la figuración.

En el conjunto de su obra, lo primero que llama la atención es la importancia concebida al dibujo. Un dibujo que se hace realidad mediante una línea sobria que armónicamente va organizando los distintos planos, creando transparencias y unificando formas.

La precisión de sus dilatados trazos nos descubre una mano acostumbrada, o mejor, entregada a la autodisciplina, al trabajo constante y al deleite de la reiteración de las formas. Y es ... que, para Pedro Sobrado, el dibujo ha sido, desde siempre, una forma natural de comunicación.

Al considerar la potencia del su dibujo, se tiene certeza de que se trata de un verdadero lenguaje que nació ya con la voluntad universal.

Dos años después de su última exposición en Madrid, regresa para presentarnos sus últimos trabajos en un formato que nunca antes había utilizado: acrílicos sobre papel de 100 x 70 cms; dando un paso adelante en formas y técnica, entroncándose con la expresión plástica más actualizada de un mundo joven y vibrante, y captando en sus obras la actitud gestual en síntesis, de gentes y transeúntes de la ciudad.