-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

Corre aire cálido alrededor de 1946, cuando los Alpes marítimos franceses rodearon una de tantas historias de amor entre Pablo Picasso, los sueños y la materia, el genio y las manos. En un torbellino que envolvió de fascinación aquella pequeña plaza de artesanía de Vallauris, se abrió para el arte de la segunda mitad del Siglo Veinte una ventana de comunicación por la que desbordaron vasos, cráteras, ánforas e hidrias, y Picasso estuvo allí, presente, para tomar el relevo de los talleres de Corinto. Una vez más, Picasso no buscaba, una vez más se limitaba a encontrar y fue esta vez la cerámica la encargada de robar el centro de su fascinación, fue el terreno virgen idóneo, proclive a ser surcado y dibujado en busca de un nuevo lenguaje, (o más bien de una nueva sintaxis yuxtapuesta ... a su pintura). Y también el epicentro de una magia transmitida con igual intensidad, -extinguido ya el aliento de las manos de Picasso-, en el momento en el que se produce la primera chispa de esta colección que hoy se presenta.