La pintura de Maria Luisa Sanz es una invitación al pensamiento libre a través del color y la luz. Su defensa inicial plantea el valor cultural de la belleza y la riqueza de la diversidad. Transmite la sensación de estar viajando constantemente a otros mundos y tiempos muy diferentes, pero a su vez consecuentes con la realidad actual. Con un estilo marcadamente pop, establece continuas relaciones con el arte oriental y el arte clásico occidental. Sus trabajos evocan diferentes culturas a través de huellas de maderas, flores, arquitecturas, espacios y texturas.

Así, el viaje se traduce en una exploración de las maneras en que construimos nuestra sensibilidad; una experiencia de felicidad.

La mujer, figura fundamental en la obra de Maria Luisa, se manifiesta como posibilidad ... de fantasia y seducción. Los personajes sonríen o discuten, revelan una elegancia exquisita y nos observan desde un mundo que, por su color y espectacularidad, resulta del todo fantástico. Las composiciones se desarrollan a través de fragmentos de imágenes con objetos superpuestos y figuras cargadas de significantes. Las texturas planas se funden con transparencias y los colores vivos se intensifican con matices fluorescentes. Más allá de su mundo imaginario se refiere a un estado de ánimo: vivir la vida como una reina es una cuestión de actitud. Maria Luisa es como Marco Polo, una buscadora incansable de la esencia de civilización.

La mirada de una mujer, de todas las mujeres y de ella misma convertida en emperatriz, reina, espía o geisha. Con un mundo casi futurista de imágenes, algunas cercanas al tratamiento virtual, nos traza el puente entre Oriente y Occidente remontándonos a la historia del conocimiento del hombre. Ruta del conocimiento que nos conduce por caminos de finas sedas y piedras preciosa, tintes y especias, oro y plata, animales y figuras mitológicas.