Exposición en Madrid, España

Por una sonrisa un mundo. Caricatura, sátira y humor en el Romanticismo

Dónde:
Museo Nacional del Romanticismo / San Mateo, 13 / Madrid, España
Cuándo:
29 nov de 2022 - 26 feb de 2023
Inauguración:
29 nov de 2022
Horario:
Martes a sábado: 9:30 - 18:30 h. Domingos y festivos: 10:00 - 15:00 h.
Precio:
Entrada gratuita
Comisariada por:
Enlaces oficiales:
Web 
Descripción de la Exposición
Para que la mitad del mundo ría es necesario que la otra mitad haga la víctima; y no pocas veces suelen volverse las tornas. Juan Martínez Villergas, La Risa, 2 de abril de 1843 La exposición Por una sonrisa un mundo. Caricatura, sátira y humor en el Romanticismo invita a descubrir cómo era el humor durante el siglo XIX, así como los medios por los que se difundía. Realiza un viaje a través de la risa desde el siglo XIX hasta el XXI para descubrir que nuestro humor y la forma de representarlo, en realidad, no han cambiado tanto. Dado que la prensa es el principal vehículo de transmisión de la risa durante el siglo XIX, el montaje museográfico evoca las publicaciones decimonónicas y sus recursos gráficos. En la exposición se muestran fondos de la colección de prensa histórica de la Biblioteca del Museo del Romanticismo, junto a piezas con técnicas y formatos ... muy diferentes, que deambulan entre la sátira, la caricatura y la ilustración. Muchas de estas obras no se exponen habitualmente por sus especiales necesidades de conservación. La muestra recibe, además, algunos préstamos de la Biblioteca Nacional de España. EL ROMANTICISMO Y LA DIFUSIÓN DE LA SONRISA En el siglo XIX, y más concretamente durante el Romanticismo, el humor se convierte en algo serio. Aunque filósofos anteriores ya habían reflexionado sobre el tema, es ahora cuando surgen los primeros tratados sobre el humorismo, que relacionan directamente lo cómico con el Romanticismo. Este interés teórico, centrado en la literatura, va acompañado de la eclosión de la caricatura y su reivindicación como forma artística. Tanto en su vertiente literaria como gráfica, el humor romántico se difunde fundamentalmente a través de la prensa, cuyas cabeceras se pueblan de títulos reveladores y sugerentes como La Risa (en la imagen), El Cascabel, El Sainete, etc. Como se ha mencionado, la prensa ilustrada será durante mucho tiempo el vehículo de transmisión de lo cómico. Gracias al abaratamiento de los costes de impresión y la adopción de procedimientos cada vez más económicos y de mayor atractivo visual, tendrá además una difusión extraordinaria. A estas razones técnicas se sumará el establecimiento de una nueva clase social, la burguesía, a la que se dirigirán estas publicaciones, tanto por su nivel adquisitivo como intelectual. Así lo refleja la estampa de un hombre leyendo el diario La Posdata. Por la complejidad, variedad y dimensiones del humor decimonónico, la exposición se centra fundamentalmente en dos ejes: la caricatura empleada como arma política y la crítica social. En torno a estos dos temas se abordan otros como los artistas románticos que también “vieron la vida con ojos de humor”, cómo se reflejó de forma cómica el estereotipo del romántico o el modo en el que, andando el tiempo, la risa encontrará en las innovaciones tecnológicas que trufan el siglo nuevos aliados para su difusión, fundamentalmente en la fotografía. También otros inventos e ingenios ópticos recurrirán a asuntos cómicos, en ocasiones los mismos que encontramos en la prensa, por lo que se puede decir que el humor de papel del siglo XIX es el que se puso en movimiento en la frontera de la centuria gracias al cine, llegando hasta nuestros días más vivo que nunca. LA CARICATURA, ARMA POLÍTICA Nacida en el Renacimiento, la caricatura se estableció en el siglo XIX como una forma de crítica visual ampliamente extendida, siendo sus códigos rápidamente asimilados por la sociedad. En su vertiente política, se convirtió en un arma con la que atacar a monarcas y gobernantes, ridiculizando sus efigies y colocándolos en situaciones satíricas, en ocasiones humillantes o incluso bochornosas. El siglo XIX español, caracterizado por vaivenes políticos entre el liberalismo y el absolutismo más opresor, encontrará en la crítica humorística –primero textual gracias a la sátira y luego gráfica– un potente aliado para reflejar la realidad. Aunque altamente descriptiva, la caricatura es inmediata y contemporánea, refiriéndose a la más estricta actualidad, por lo que en muchas ocasiones, a no ser que se tenga un conocimiento profundo de los acontecimientos políticos y sociales, hoy en día nos cuesta entender su significado. La prensa satírica se enfrentará durante todo el siglo a una férrea censura, refrendada por las leyes de imprenta que también aludirán a las ilustraciones. Tanto números completos de periódicos como caricaturas en concreto serán secuestradas y prohibidas, de forma que en muchas ocasiones el centro de la crítica serán los censores y políticos responsables de estas legislaciones. Sobre este tema, en la exposición puede observarse una interesante litografía de Francisco Ortego con el título La censura y el ilustrador, donde dos personajes portando tijeras, en alusión a su condición de censores, hablan con un ilustrador de periódicos, identificado por el portafolios y el gran lapicero que lleva a modo de lanza. Aun así, con el estallido de la revolución Gloriosa de 1868 asistimos en España a una fiebre caricaturesca, en publicaciones donde la imagen tendrá cada vez más importancia frente al texto. Tanto la marcha de la monarca como la búsqueda de un nuevo rey tras volver a proclamarse la monarquía como forma de gobierno, serán los temas centrales de las publicaciones jocoserias nacidas a la lumbre de la nueva libertad. El uso de la litografía –técnica de grabado más ágil y directa– y de la cuatricromía, con sus vivos colores, las convierten en ejemplares altamente atractivos, como La Flaca, de gran formato e ilustraciones a toda página. A esta revista pertenece la ilustración Se colocan reyes, atribuida a Tomás Padró, que caricaturiza a todos aquellos que habían ostentado o pretendido el trono de España. En este ambiente de libertad nace también la colección satírica y caricaturesca más ácida del siglo XIX español: Los Borbones en pelota. A su fama contribuye sin duda el hecho de que se desconozca su autoría, siendo las acuarelas que la componen el epítome de la crítica a Isabel II y su camarilla, a los que se representa en escenas obscenas de marcado carácter sexual. Dos acuarelas de esta colección han sido prestadas por la Biblioteca Nacional de España para la exposición. Una de ellas, El Carnaval en París, muestra a Isabel II junto a Luis González Bravo, sor Patrocinio, el padre Claret, Francisco de Asís y otros personajes, todos ellos en un ambiente carnavalesco, recurso habitual en la sátira política. LA CRÍTICA SOCIAL Todos los aspectos de la vida cotidiana del siglo XIX fueron susceptibles de convertirse en materia risible: las nuevas modas en el vestir, los usos y costumbres, los espectáculos y exposiciones, los avances técnicos y científicos o cualquier cuestión de actualidad que suscitara el reconocimiento rápido y directo por parte del público. Así lo ejemplifican algunas ilustraciones expuestas en la muestra que aparecieron en las publicaciones El Gato y El Cascabel. En una de ellas, varios fotógrafos ofrecen sus retratos (recordemos que el Romanticismo vio nacer a la fotografía), y en la otra, una familia llega incluso a envejecer en un viaje en tren, haciendo patentes los problemas de este nuevo medio de transporte. El recurso del antes y el después utilizado en esta última, obra de Francisco Ortego, resulta un código visual de enorme actualidad. Cabe destacar que, dentro del ámbito político, las figuras femeninas solo aparecen para representar a Isabel II o como alegorías de España. Pero en la crítica social, la mujer sí es diana frecuente de burlas desde la perspectiva masculina, con una crítica fuertemente misógina hacia sus intereses “triviales” y también a cualquier pretensión fuera del hogar. En su vertiente social, la caricatura será más amable, de líneas limpias y destiladas, buscando la comicidad más por las situaciones y no tanto por los rasgos físicos de los personajes, aunque, en ocasiones, sacará su aguijón para espolear conciencias. Sin embargo, la risa en el Romanticismo no quedó confinada en el papel de periódico, sino que hubo también grandes artistas como Valeriano Domínguez Bécquer (que firma el dibujo Lady Macbeth, prestado por la Biblioteca Nacional de España), Francisco Lameyer o Leonardo Alenza (pintor del cuadro La crítica) que en sus obras –ya fueran grabados, dibujos u óleos– también cultivaron la sátira y la caricatura. Se da la circunstancia, además, de que todos ellos colaboraron en distintos tipos de publicaciones en las que, en ocasiones, modificaron su lenguaje artístico para adaptarse al medio. Hay sin embargo otros ilustradores que, aunque provenían de las Bellas Artes y cultivaron otros géneros y técnicas, alcanzaron la cima de su carrera en sus colaboraciones en prensa. Este fue el caso de Francisco Ortego, que puede ser considerado el primer artista gráfico y uno de los más conocidos y reputados del siglo XIX español. Su obra, aunque deambula entre los temas políticos y sociales, se torna genial con los segundos, a los que nunca dejó de aportar su punto de vista mordaz y descarnado. Un ejemplo es su crítica hacia los lectores de La Regeneración (diario de corte carlista), dibujados con fisonomías grotescas. ROMÁNTICOS CONTRA CLASIQUINOS El siglo XIX, tan dado a la clasificación, también definirá infinidad de tipos humanos, de los cuales se harán descripciones tanto literarias como gráficas. De entre ellos, destaca el romántico, que pronto se convirtió en un estereotipo. Definido en oposición al clásico o clasiquino, fue objeto de burla tanto por su aspecto físico como por sus actitudes y gustos –como bien refleja la ilustración Un clásico y un romántico cuando llueve–, y sobre todo por los extremos a los que se llegaron. Así, cuestiones como el duelo o el suicidio por amor pronto se convirtieron en tópicos y males que se relacionaron con el movimiento y sus adeptos. En este sentido, en la muestra se exponen las famosas Sátiras del suicidio romántico del ya citado Alenza, consideradas paradigma por antonomasia de la burla a los románticos. También los románticos, para definirse a sí mismos, se mofaron de los clásicos, sobre todo en aquellos vehículos de difusión de sus ideas, como la revista El Artista. La dualidad clásico-romántico llegará a ser tan habitual que la encontraremos en ilustraciones independientes, sin que sea necesario explicar la imagen. En la exposición pueden verse dos litografías firmadas por Federico de Madrazo sobre el romántico y el clásico que aparecieron en sendas entregas de El Artista. COLECCIONISMO DE SONRISAS El último paso de la difusión de la sonrisa romántica será su coleccionismo. Algunas publicaciones a lo largo del siglo regalaban estampas sueltas para ser guardadas. Yendo más allá, Francisco Ortego editó dos series de litografías, La Criatura y La Menestra, que se vendían independientemente por fascículos y que trataban temas tanto políticos como sociales. A esta última pertenece la litografía ¿Qué diferencia hay de uno a otro?, que arremete contra los matrimonios de conveniencia, comparando a los caballeros con bandoleros. También la fotografía se convirtió en objeto coleccionable gracias a las carte de visite con retratos de personajes famosos, de las que puede verse expuesta una selección en la muestra, con ejemplos como Ramón Mesonero Romanos o Eugenia de Montijo. Si bien el nuevo medio nació con el ánimo de captar la realidad de forma veraz, se va a producir un fenómeno inverso por el cual se comercializaron fotografías de caricaturas que, además, fueron atesoradas en lujosos álbumes. Lejos de la sátira mordaz, estas son representaciones amables de personajes de la vida social y política del momento. ABRIENDO CAMINO A NUEVAS RISAS La linterna mágica, inventada en el siglo XVII, se convirtió en el XIX en un espectáculo tanto público como de salón para la proyección de imágenes, a las que se podía aplicar también movimiento. Como entretenimiento que era, recurrió a lo cómico, jugando en ocasiones con la representación de escenas grotescas, concepto íntimamente ligado al Romanticismo por ser totalmente opuesto al canon de belleza. Así ocurre en las placas de linterna mágica del biombo del Museo, que forma parte de la exposición. En dichas placas, al accionar las pestañas en su parte trasera, las figuras pasan de representar cuestiones mundanas y sin trascendencia a otras bizarras, extravagantes y risibles. Estamos ante los primeros pasos que desembocarán en el descubrimiento del cine, el cual recurrirá también a lo cómico, a veces inspirándose directamente en ejemplos anteriores, demostrando así que nuestra cultura visual actual bebe de la del siglo XIX.

 

 

Entrada actualizada el el 10 feb de 2023

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