Para su primera individual en la Galería Rafael Ortiz, Pereñíguez ensaya, por medio del dibujo, procedimientos narrativos más exhaustivos y complicados que en entregas precedentes. Así, la muestra se trama a partir de distintos relatos entrecruzados. Algunos de ellos evidencian su carácter narrativo de modo explícito, conformando una secuencia lineal donde se observa la continuidad física o icónica de los motivos entre un dibujo y el siguiente. Otras veces, en cambio, la relación entre las obras está implícita y exige al espectador reconocer el contexto y buscar el patrón cifrado.

Estos relatos contienen referencias a la historia de la cultura, al teatro, o a la música. En todos ellos se intenta rastrear esa "presencia de ánimo" a la que alude el título. Por lo general, se entiende esta expresión como sinónimo de fortaleza o templanza. Sin embargo, tomada literalmente, la ... frase bien puede nombrar algo muy distinto: la posibilidad de que una porción de vida (animus, en tanto que alma o espíritu) puede revelarse hasta en el resto más pobre de actividad humana.

Los objetos de arte, portadores de ideales y aspiraciones, propagadores del culto a la fama (presente o póstuma), son la parte emblemática de esa especie de fenómeno animista, derivado con frecuencia hacia el fetichismo. Las obras de esta exposición se fijan en ciertos souvenirs de la historia del espíritu para, desde una engañosa complicidad, pasar en seguida a mostrar sus zonas de sombra.

De modo análogo a cómo la imagen fija revela finalmente su impotencia como testigo de un proceso animado, los dibujos de esta exposición muestran que la narración que se empeñan en remedar no es en realidad transcurso, sino simultaneidad de elementos coexistentes. La presencia de ánimo que provoca la sugestión nos lleva en poco tiempo al desengaño.