-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

Àngel Camino nació en un pueblo de Valladolid, pero pasó su infancia y primera juventud en el País Vasco. Iba por químico, aun cuando la vena artística ya apuntaba desde muy pequeño, y  el año 1972, todavía con 19 años, ya hizo unas pinturas murales en la Universidad Laboral de  Huesca donde entonces estudiaba Química Industrial.

Un año después, conocería una persona que le cambió la vida y el destino: Jorge de Oteiza, uno de los más importantes escultores del siglo pasado. Lo conoció en Bilbao y en Aránzazu. La  influencia de  Oteiza en Ángel fue corta pero intensa. Y a pesar de la profunda revisión analítica a la cual ha sometido esta influencia del maestro, todavía a principios de este mes, en su estudio ... del Penedès, comentando una pieza suya se remitía al concepto del vacío, del espacio y  de la luz en la obra de Oteiza.

Sea cómo sea, a Ángel, tras su paso por Aranzazu, se le hace evidente una certeza que lo acompañará toda la vida y que a menudo expresa así: Siempre he querido mover piedras. Ser escultor. Para mí es una forma de  ser y de  vivir[1]. Afirmación que a menudo matiza diciendo que él no es escultor; que sólo mueve piedras y que, al hacerlo, se ponen en orden tanto sus formas como sus contenidos.

Su formación, tras Deba continúa en Barcelona, en la Escuela Massana, en el Atelier 17 de  París con Hayter, etc. Poco a poco, su proceso de aprendizaje va prescindiendo de referentes externos y se centra en un trabajo de búsqueda personal íntimo y solitario. Esto no le impide la  colaboración con otros artistas en varios proyectos colectivos o en múltiples simposios internacionales de escultura en los que es invitado (desde Canterbury a Corea, de Mondragón a Barcelona o a Italia).

Aprende y  enseña. Sobre todo durante los años setenta y ochenta -ahora ya hace tiempo que ha abandonado la  práctica docente- en los que entre otras actividades es profesor del taller de  grabado y escultura de la escuela Isla de Sabadell, de la ya mencionada Escuela Masana, de la  escuela de grabado de Calella o de Llampaies, llevando también a cabo cursos experimentales de grabado para niños en Hospitalet y en La Caixa.

Y no para nunca, porque Ángel es, antes que ninguna otra cosa, un inconformista, un investigador, una persona consciente de que lo que nos queda por aprender siempre es mucho más inmenso que aquello que sabemos. Y con una seriedad y una contundencia que le son propias, él expresa así su desazón: Con mis esculturas busco respuestas a  preguntas que conducen a  otras preguntas. El artista es un receptor que intenta ordenar el caos. Crear es un acto de  resistencia que a  veces genera esperanza y a veces frustración, desengaño. Es una obsesión, un viaje hacia adentro, un lugar de catarsis o de lucha contra uno mismo en el que, generalmente, siempre se acaba perdiendo[2]

Creo que en estas palabras queda muy bien reflejado el carácter austero, terco, introvertido, casi monacal y de una entrega incondicional y radical a su oficio. Y, sobre todo, siempre, con dignidad. Una dignidad y una coherencia mantenida incluso en los momentos más difíciles. Y  no sólo en los tiempos del estudio en la calle Sors de Gràcia. Ángel nunca ha agachado la  cabeza ante ningún pesebre.

Probablemente en este radicalismo suyo encontraríamos la explicación del porqué, pese a la  fuerza y la contundencia expresiva de su trabajo, haya sido tan poco beneficiado por encargos de obra pública, por parte de las diferentes administraciones. Aún así, tiene magníficas obras de carácter monumental, desperdigadas por todas partes, como la magnífica GUK en el parque Juan Urrutia de Amurrio o en Corea del Sur, Begues, Fuerteventura u otras muchas, y ha obtenido varios premios (tanto de grabado como de escultura), becas, reconocimientos y  distinciones.

Hasta ahora hemos hablado sobre todo de escultura, pero Ángel es también un magnífico grabador. Ya hemos hablado de su extensa experiencia docente en este terreno. Son reconocidas, entre los profesionaes del ramo, sus aportaciones técnicas en este oficio, que lo llevaron a divulgar su investigación sobre 'Cubrientes, mordients y  soportes en el grabado contemporáneo', tema de alguna conferencia suya y de un libro pendiente de edición, que un día u otro debería ver la luz en beneficio del progreso de esta técnica artística ancestral.

Como lo conocí como gravador, a veces he dudado de si es un escultor que hace grabados o si es un gravador que hace esculturas. En su caso, la honda interrelación y complementariedad entre ambas técnicas -como es bien evidente en esta muestra de  las 'Prisiones espirituales' que se expone en la galería POPULART- hace que a menudo aplique técnicas del grabado a la  escultura o a la inversa. Bien mirado, y en definitiva: ¿qué es una plancha de grabado calcográfico sino un bajorelieve?

Alguien se puede preguntar por el sentido de estas 'Prisiones espirituales' que hoy nos presenta. Dos citas del Ángel serán más explícitas que todo lo que yo pudiera decir al respecto: 'De la oscuridad surgió la luz. Junto a la luz, nació la sombra. Sin luz no habría formas y sin formas no habría materia. La luz y la sombra muestran la corporeidad de los objetos, de las esculturas. En medio de este mundo de claroscuros, el escultor no hace nada más que repetir, de forma inconsciente, el acto originario de la creación. Avanza solo, a través de la oscuridad, guiado por alguna luz o algún reflejo. Muchas veces se detiene atrapado en medio de la sombra, prisionero de sus miedos y de sus jaulas. Sólo la mezcla justa de luz y sombra hacen avanzar al escultor'. (...) 'Nuestras cárceles no tienen muros físicos. Son cárceles construidas por nuestra propia mente. Jaulas. Vivimos, muchas veces sin saberlo, atrapados en ellas. A  veces las necesitamos como escapatoria. Para no salir. Para escondernos y desaparecer'.[3]

Francesc Carbonell

Capmany, abril de  2012

[1] 2009.- PUIG, PEP. 'El viatge interior' Magnétic films

[2] Ídem anterior

[3] Ídem anterior