El hombre de carne y hueso -como lo denomina Miguel de Unamuno- tiene en el alma múltiples y riquísimas facetas donde divaga a sus anchas, con gozo, con dolores, con recuerdos, con alegría, con heridas no curadas, con nostalgias, con experiencias vitales: Los sentimientos sensibilizan su fuerza espiritual para contemplar la naturaleza y, entre muchas otras actitudes, ejercer libremente valoración frente a una obra de arte. La práctica y perfeccionamiento de esta visión traza un puente entre la actividad creativa del artista y la contemplación. Cuando el espectador es condescendiente con sus impulsos estéticos puede solazarse en el mar de sus mismos e infinitos espejos del alma. Contemplar un cuadro es mirar hacia adentro del ser, es revelar el espíritu que nos une. El artista crea la obra mientras el contemplador la recrea y enriquece en cada una de sus miradas. FECHA DE CLAUSURA POR DETERMINAR